foto: suspirosdeespaña |
Domingo de cuento
negro-gris marengo.
El arma homicida.
Fui yo quien lo mató y nunca me descubrieron. Ni siquiera sospecharon de mí. Fue un crimen limpio, perfecto, tan bien ejecutado que quedó impune. Hace de ello veinte años ya y nadie se atrevería a culparme y mucho menos a condenarme. Nadie podría aplicarme ningún correctivo humano y como no creo en la otra vida, tampoco temo al infierno.
Si hago esta confesión es porque me parece más indecente seguir viviendo con esta imagen que tengo de buena persona que el hecho de haberlo asesinado. Nadie supo ver nunca el tipo de arma que usé. Fue tan sutil, tan ingeniosa, que parecía un muerto de muerte natural. No dejé la menor huella: lo maté con mi estupidez
Aurora G. Rivas
¡Cuánto nos mata a todos la estupidez! Pero nunca la tuya, querida amiga. Lo tuyo es ingenio y creatividad.
ResponderEliminarDa gusto tener amigas como tú. Bicos.
EliminarAurora, gracias por tu comentario en el blog de Diego Lopa Del Rosa al amarillo.
ResponderEliminarHe releído tu magnífico relato corto y me ha encantado.
Me quedo por aquí.
Un abrazo
Magnífico es el tuyo. Manejas el realismo mágico como una experta, como si hubieses nacido en su misma esencia.
EliminarGracias por tus palabras. Aurora
Genial! Estoy encantada con tus cuentos, ya sabes.
ResponderEliminarUn beso
Ana
Existen dos cosas infinitas.. el UNIVERSO y la estupidez Humana.. Albert Ainstein.. muy sabias palabras!!
ResponderEliminarPues sí, además nos damos cuenta y no hacemos nada para cambiar la segunda. O sea, nuestra estupidez no tiene límites ni parece que los vaya a tener.
ResponderEliminarSaludos.