Mi novela "LA MADRIGUERA" cumple un año estos días. Su primera presentación en el Arco Atlántico y las que siguieron, me han traído la satisfacción de un trabajo hecho con ilusión y cariño, con sus errores de impresión y algunos más. Pero es así como se edita hoy. Todo es cortar y pegar y ningún corrector subsana los errores. ¡Qué tiempos aquéllos en los que no importaba tener faltas de ortografía porque para corregirlas ya estaban los correctores! Tiempos idos que no volverán porque la informática, para bien y para mal, se apoderó hasta de nuestra imaginación.
La espléndida tapa es creación original para esta novela de la pintora asturiana Celsa Díaz, columnista además de La Nueva España.
LA MADRIGUERA.- Texto de la presentación de Marián Suárez (Licenciada en Filología Francesa, especialista en Literatura) en el Arco Atlantico 2013
En primer lugar quiero
dar las gracias a Aurora por confiar en mí una vez más para presentar uno de
sus libros. Conozco su obra y su oficio como escritora y me siento muy honrada
de estar hoy aquí en el marco del Festival del Arco Atlántico 2013.
La madriguera es la primera novela en
castellano de la autora aunque publica también en gallego-asturiano (As razois
d'Anxélica). Escribe poesía, relato breve y cuentos para niños. Ha participado
en numerosos concursos en los que ha cosechado notables éxitos, entre los que
se encuentran el Premio Internacional de Poesía “Ateneo Jovellanos” en el año
2006. Asimismo colabora con diversas publicaciones, con la Academia de Llingua
Asturiana y la Oficina de Política Llingüística del Principado. Fue miembro
cofundador de la asociación Poegía y, actualmente, forma parte de la directiva
de la asociación cultural L'Arribada de Gijón.
La primera impresión
que me produjo la novela fue la misma que me producen algunos cuentos de Chéjov
por su naturaleza enigmática: un relato en el que parece que no pasa nada pero
pasa todo, cuentos de apariencia discreta que requieren reflexión y análisis
para superar la evidencia. Ni el título ni la portada evocadora de la pintura
de Hopper aclaran nada del relato, es leyendo la novela que alcanzamos a
entender ambas cosas. Pero no esperemos un final impactante, la narración
dirige al lector hacia la conclusión natural de una vida vivida, la de Teresa,
y la de otros personajes que tuvieron menos fortuna en el conflicto que cada
cual sufre con el mundo. Con ayuda de una narrativa fluida, impregnada de un
lirismo tejido con engañosa facilidad, y un léxico escogido, la autora nos
conduce por senderos que nos permiten conocer mejor la vida sin caer en lugares
comunes.
No seré yo quien
desentrañe el argumento de la obra porque eso le corresponde al lector
pero sí quiero señalar brevemente que en
esta novela fundamentalmente femenina, que cuenta el devenir vital de una saga
familiar, la protagonista, personaje crepuscular, recorre el espacio y el
tiempo a través de la técnica del flashback rememorando éxitos y fracasos en la
búsqueda de sí misma a través de la pintura para volver al origen, a su tierra
leonesa , a esperar el final.
El relato en primera
persona vertebra la narración aderezada con la presencia de Daniela, su fiel
compañera de viaje y responsable involuntaria, o no tan involuntaria, de los
diversos estados de ánimo de Teresa en el corto período de tiempo presente que
abarca la novela:
Daniela
nos mira ya sin sorpresa. Sé que me ha pillado. Somos un par de damas astutas,
sin nada importante que hacer, que se azuzan entre lo absurdo y lo banal.
(71)
La narración avanza a
través de personajes magistralmente descritos y la infancia feliz pasada en La
Cueta, en contraste con la infancia
miserable e hiriente de algunos familiares de La Cabrera.
Reme
era menos fuerte que los demás. Sus ojos claros y el pelo rubio la distinguían
de los otros y parecía una bestiecilla llegada de algún lugar lejano y
desconocido. No tenía muchas luces ni mucha capacidad para nada. Enfermiza,
débil, callada y dócil como un cachorro olvidado entre la ceniza, iba creciendo
sin entusiasmo.(45)
La historia de España
está muy presente en el libro pero en la medida que afecta a los personajes y
no como un tratado histórico del siglo XX, conocido por todos.
La profusión de
personajes secundarios, con su polifonía coral de voces que se intercalan y
suceden, hace de esta novela un caleidoscopio humano descrito con el mismo
detalle que los espacios (privilegiando las comarcas leonesas de Babia y La
Cabrera y París). Este estilo descriptivo, con un fino uso de la adjetivación
en el difícil arte de poner nombre a las cosas, se hace extensivo también a las
escenas narrativas y a las sensaciones, como si de un guión cinematográfico se
tratara. Pondré sólo algún ejemplo:
La
calle Oscura, sólo lavaba sus miserias cuando llovía, pero todo se juntaba al
final y atascaba las alcantarillas que rebosaban de espumarajos y desperdicios
pestilentes, así que la hediondez y las miasmas se respiraban sin remedio.(73)
El
hambre nunca se olvida. Es una sensación cruel y destructiva: en el punto medio
exacto del estómago se hace un vacío inmenso y una especie de ola caliente te
sube hasta los dientes. (61)
No puedo olvidar el
acertado análisis del ambiente artístico del París de la bohemia, tan
idealmente cantado por la literatura, entre la miseria de la supervivencia
inicial y el fasto del triunfo posterior en el que Teresa no participa.
Ningún
hechizo, ningún misterio nos acompañaba, salvo el milagro de ir pasando los
meses sin morir en cualquier buhardilla sin luz y sin fuego. Sólo alguien ajeno
a lo que allí se esconde puede ver el prodigio de la luz colándose entre las
ramas desnudas del invierno o incidir en la cúpula de la basílica que corona la
colina de Montmartre, blanca, petulante, fea. (69)
En una narración rica
en matices como la de La madriguera caben temas tan humanamente universales
como la soledad y el hastío, la incomunicación, la alteridad, el amor y la
muerte que planea sobre toda la novela.
Me
siento cansada de cada minuto vivido sin necesidad. No deseo morir pero busco
quimeras, ansío una vida llena de emociones como si eso fuese posible. Mi mente
trabaja a destajo, pero mi cuerpo casi no responde a esos estímulos. Me siento
prisionera no sé muy bien de qué, pero mi último instinto, mi última esperanza,
me ata a cada día que amanece. (123)
Todos y cada uno de
estos aspectos no pueden soslayarse si hablamos de experiencias vitales, a
todos nos competen.
Para finalizar me
gustaría apuntar que La madriguera, de Aurora García Rivas, me recuerda la
elegante prosa del romántico alemán Eduard Mörike, cuyos temas recurrentes eran
la presencia de la muerte y el poderoso influjo del arte en el hombre.
Muchas gracias, Aurora.
Luis Racionero dice que lee para vivir mejor. Tú escribes para que tus lectores
vivamos un poco mejor porque el hechizo del arte nos alivia de la pesadumbre
existencial.
Firmado: Marián Suárez,
licenciada en Filología francesa.
Os regalo un párrafo de "La madriguera"
"París es cruel con los
mendigos pero lo es más con los muertos de hambre que no pueden acercarse a Notre
Dame ni siquiera a mendigar porque ya cada mendigo tiene, aun hoy, su esquina,
y se protegen de los intrusos en mafias
bien organizadas. Los que pretendíamos ser artistas no teníamos cabida entre
ellos y nos despreciaban y nos perseguían sin compasión. Estábamos peor
que cualquiera de ellos porque a nuestra miseria se sumaba nuestra ignorancia y
nuestra arrogante pedantería. No, no teníamos sitio entre los más pobres de los
pobres. Y entre nosotros mismos, la envidia nos hacía mezquinos y la traición
era, muchas veces, la única arma de supervivencia.
A la placita du Tertre
encorsetada en la parte alta del barrio de Montmartre, tras la basílica del
Sagrado Corazón, nunca fui capaz de encontrarle la magia y la luz que tanto se
predica en los folletos turísticos. Siempre me pareció un sitio lúgubre, un espacio
para la bohemia más triste y una especie de limbo donde cada uno de nosotros
buscaba la forma de comer algo caliente cada día. Yo, a veces, miraba las caras
de los demás pintores, casi todos sin ningún talento, casi todos menos que
mediocres y todos imbuidos de una presunción irracional y en poses tan absurdas
que si pudieran verse de verdad, se llenarían de espanto. Ningún hechizo,
ningún misterio nos acompañaba, salvo el milagro de ir pasando los meses sin
morir en cualquier buhardilla sin luz y sin fuego. Sólo alguien ajeno a lo que
allí se esconde puede ver el prodigio de la luz colándose entre las ramas
desnudas del invierno o incidir en la cúpula de la basílica que corona la
colina de Montmartre, blanca, petulante, fea."
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