EL OLVIDO
Hace cinco años que se ahogó en esta playa. Desde entonces,
vengo cada tarde, me siento en la misma roca, miro al mar y lloro. Hace cinco
años, regresaba a casa sin poder contener mis lágrimas. Era inútil ofrecerme
nada para merendar. Nunca volvería a sentir hambre.
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Me proponía no ir a la playa, pero la tarde siguiente,
inevitablemente, volvía. Me sentaba en el misma roca y lloraba contraída de
dolor. Regresaba a casa sin alivio, pensando sólo en volver al día siguiente y
sentarme en el mismo lugar, llorar sin tregua, recordar sin consuelo.
Hace tres años, me sentaba, contemplaba el mar, sentía lástima de
mí, lloraba con cierta melancolía placentera, secaba mis
lágrimas y, al llegar a casa, tomaba un café bien cargado que me reanimaba.
Hace dos años, iba en busca de mis lágrimas. Conseguía
provocarlas pensando en mi tristeza. De todas formas, podía llorar a gusto, en
casa me esperaba un café bien cargado. Era delicioso sentir cómo me recuperaba.
Hace un año que conseguí que las lágrimas acudan solas,
puntuales. Lloro y me gusta. Digo que me consuela, pero la verdad es que lloro
por puro placer. Además, en casa, me prepararé un café bien cargado con algo
más. Me gusta este ritual de sentarme delante de la taza humeante, aliviada ya
de mi carga de lágrimas; me gusta saborear un pastel, lentamente, con voluptuoso
deleite mientras escucho el sonido metálico de la cucharilla removiendo el
café.
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Hace algunos meses que
dejo mis lágrimas resbalar hasta la arena. Forman unos hoyos oscuros y
pequeños. Me agrada este llanto fácil que me hace cosquillas en la garganta. Al
marcharme, cuando doblo el primer recodo del camino, sólo pienso en que, cuando
llegue a casa, me tomaré un café bien cargado con un riquísimo pastel de
almendras.
Aurora G. Rivas
Aurora G. Rivas
HOLA AURORA
ResponderEliminarES BUENO LLORAR, ALIVIA LAS TENSIONES DEL ALMA, AYUDA A SACAR ESE DOLOR QUE NOS APRISIONA EL PECHO... NO TIENE NADA DE MALO.
PRECIOSO RELATO.
UN BESITO
Claro que es bueno Luján. Lo que pasa es que, a veces, se convierte en una adicción. Un besito y gracias.
ResponderEliminarPerfecta esa conjunción que haces en el relato, de la tristeza y el café, que poco a poco va cobrando la parte importante del mismo para ofrecernos esa alternativa. (Aunque sea una adición como le dices a Luján...)
ResponderEliminarUn abrazo y feliz fin de semana Aurora.
Ay, madre mía... puse "adicción" con dos ces...Cómo me patina la ortografía. Muchas gracias, Rafael. Feliz fin de semana también.
ResponderEliminarAdicción con dos ces lo veo correcto, porque verdaderamente se ha hecho adicta al café y en cierta medida al dolor que ya no puede sentir.
ResponderEliminarUn abrazo
Me está al pelo por no mirar las cosas, es verdad, es con dos ces, también se escribe con una, pero significa otra cosa. Gracias, amiga.
ResponderEliminarGracias a ti por tu sensibilidad. Un abrazo.
ResponderEliminarAurora, me gusta la cadencia del relato. Frases danzarinas que nos van introduciendo en una historia que anida debajo de las lágrimas. El llanto recompensado cuando el personaje regresa a casa y siente la satisfacción del trabajo bien hecho. Es una muy buena historia.
ResponderEliminarFeliz de leer esta calidad narrativa.
Un abrazo
Gracias, Felicidad. Eres muy gentil y generosa. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Aurora, triste relato, letras que lloran. Hay cosas que jamas se olvidan, son parte de nuestro vivir. Un placer leerte. Cuidate.
ResponderEliminarGracias, Poetiza. Un abrazo.
ResponderEliminarComo me ha encantado y cuento con tu permiso me he permitido publicarla en mi blog delrosalamarillo.
ResponderEliminarUna narración triste y melancólica. Pero la vida es exactamente de esa manera.
Un gran abrazo, amiga.
Muchas gracias, Diego. Es cierto, la vida es así, y así debe ser porque el dolor nunca debe vencernos. El cuento es una metáfora, sólo eso. Gracias, como siempre, por tu amabilidad. Un abrazo.
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