miércoles, 14 de agosto de 2013

Amigos blogueros, siempre tan fieles, para agradeceros    vuestra presencia, os regalo estos tres párrafos de La madriguera.

A Matilde le parecía que aquellos dos seres no eran carne de su carne; las quería aunque no pudiese soportarlas y aunque no se sintiese capaz de enderezar sus mentes obtusas ni sus corazones emponzoñados. Sabía que la miseria era la raíz de todos los males: cierto retraso mental y un carácter huraño y cicatero.

Son juegos entre Daniela y yo, tan pueriles que a veces me producen risa y a veces, enfado. Pero también entretengo mi aburrimiento con cosas así. Estas situaciones me dejaban un sabor de poder, en el fondo amargo, y tan mezquino como el más mezquino de los poderes, pero me distraen de tanta rutina, de tanto esperar a mañana sin que mañana sea diferente de hoy. El mío es un mundo sin perspectiva, plano, acromático.

M. Dubois cerraba su bistrot y se jubilaba de aquella vida entregada a servir cafés y cervezas (y vasos de leche a pintoras hambrientas). Me despidió con lágrimas en los ojos, como un buen abuelo al que no alcanza para más su economía y ya no podía ayudarme. Le prometí que le visitaría y así lo hice al cabo de un par de meses. 

4 comentarios:

  1. Interesante parece la lectura de "Madriguera" Intuyo que habrá muchas historias dentro de la principal. Un abrazo.

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  2. Me dicen quienes la leyeron que es una novela con muchos matices. Un abrazo.

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