viernes, 13 de julio de 2012


Art On Demand: Niña con muñeca
Niña con muñeca, Ignacio Pinazo

EL RESTAURADOR DE MUÑECAS

Iba al museo cada mañana, envuelto en la niebla de muchas noches de insomnio, subía a la sala quinta y se sentaba a contemplar “Niña con muñeca rota” hasta que la imagen se difuminaba entre su mente y el lienzo y le inundaba la cabeza con una insoportable melancolía.
La amó como a su propia hija,  Adela, porque llegó a pensar que era ella la que había vuelto de la muerte  y que, como en otro tiempo, se sentaba en su silla de anea, con un vestido blanco y el sombrero olvidado sobre las baldosas, donde la brisa ondulaba, en un leve trémolo, la cinta de raso verde.
Miraba su gesto contraído pero no sabía cómo consolarla. Se sentía atrapado por la niña del cuadro que sólo atendía a su muñeca rota. Él sólo atendía a su corazón y esperaba no sabía qué milagro. También la llamó Adela, como a su  hija, y susurraba su nombre entre sueños. Su mente se nublaba con frecuencia y el cuadro y el recuerdo de su niña acabaron siendo una misma cosa. Creyó haberla encontrado y, sólo cuando el conserje le recordaba que debía marcharse, se iba y la dejaba apesadumbrado, siempre en la misma silla, siempre con la muñeca rota entre las manos.
Volvía al museo al amanecer y aguardaba pacientemente la hora de abrir. Subía a la sala y se sentaba frente al cuadro, agotado e impotente, sin poder ofrecer a la niña más que su silencio y una inútil borrachera de tristeza. La trágica expresión de su carita y el gesto de las manos —que intentaban inútilmente recomponer aquel sueño de porcelana y organdí—, lo habían subyugado de tal forma que hubiese dado su vida entera por remediar tanta desventura.
Una noche, en uno de sus rebuscos habituales por los contenedores de basura, encontró una cabeza de muñeca antigua. Le abrió los ojos, que aún conservaban cierto brillo de cristal, y la llevó a su taller. La sujetó bajo la lámpara y se dispuso a trabajar. Lo hizo con un ahínco febril, contenido sólo por la paciente minuciosidad del artista y, con la pericia de un experto, empezó a recuperar la delicada belleza oculta tras la mugre y el abandono.
Después de limpiarla cuidadosamente, la barnizó. Le puso una peluca de rizos dorados y pestañas nuevas; perfiló la línea de las cejas y el carmín de los labios y aplicó una pincelada de colorete a las mejillas. En el baúl de los retales encontró material para confeccionar manos, uñas, medias de seda, enaguas de encaje, zapatitos…, primores de artesano para un cuerpo de desechos. La primera luz del alba lo sorprendió cosiendo un vestido de organdí, igual al que tenía la muñeca de Adela, y rematando cada detalle bajo su atenta mirada de perfeccionista. Al verla entre sus manos, tan hermosa, pensó que  merecía un soplo de vida.
Mucho antes de abrir, ya esperaba a la puerta del museo con su muñeca terminada. Oyó al conserje descorrer el cerrojo y, una vez dentro, subió las escaleras de dos en dos hasta la sala quinta. En el silencio del museo vacío sus pasos sonaban huecos y lejanos, como algo ajeno a él. Llegó sin aliento y con la sensación de que su alma y su cuerpo se habían disociado y no eran suyos. Su alma volaba y sus piernas apenas lo sostenían.
Al franquear la puerta de la sala se quedó atónito. El cuadro estaba casi vacío. No quedaba dentro de él más que la sillita de anea y el sombrero con la cinta verde. La niña había salido del lienzo y estaba de pie bajo el marco. Lo miraba con sus ojos de acuarela azul y, sonriendo, tendía hacia él su mano. Adela quería recuperar su muñeca.

  Aurora G. Rivas. (Cuento publicado en papel, 2004)

miércoles, 11 de julio de 2012




Miró 11.jpg
El hábitat del unicornio.- Miró.


ESTE TIPO ES  UNA MINA

No sabemos si fue a causa de su corazón de oro, de su salud de hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno y lo está explotando. Como a todos nosotros.

Luisa Valenzuela.
De “Por favor, sea breve” (Edit. Páginas de espuma, 2001)

                 LO SGUARDO EFFIMERO (La mirada efímera)


                Haikus bilingües: italiano-español (Herme G. Donis) 

  
                                                          Juan Gris
                     
                             Scoedella d'acgua.
                             Dondolano le mani
                             brilli di luna.
                                                                            Cuenco de agua.
                                                                            Las manos adormecen
                                                                            brillos de luna.


                               
                                      Picasso

                                     Di notte insonne.
                                     Ez io nella tristezza
                                     accovacciata            
                                                                                                 Noche sin sueño.
                                                                                                 Y yo en la triteza
                                                                                                 acurrucada.

                                                                              Obra pictórica de paisaje, Las amapolas. Monet.

                                                              Campi di seta:
                                                              papaveri di sange.
                                                              Gocce di fuoco.
               
                                                                                           Campos de seda.
                                                                                           amapolas de sangre
                                                                                           gotean fuego.



Herme G. Donis (Lo sguardo effimero-Lamirada efímera)

domingo, 8 de julio de 2012

CARTA A ANA MARÍA
 (Sobre un relato de Ángeles González Sinde) Cuadro: Juan Gris.
Querida Claudia: Aunque tu carta me ha traído una noticia luctuosa, y si no fuese un disparate, te daría la enhorabuena por la muerte de tu madre. Supongo que te habrás quedado a gusto.
Nunca fui capaz de entender que el hecho de que te llamase Animari en lugar de Anamari o Ana María, te haya conducido a odiarla de tal manera puesto que ella, como ocurre muchas veces con las madres, te puso su propio nombre seguramente para sentirse más cerca de ti.
 Si no era capaz de decir tu nombre correctamente, sería porque así le resultaba más fácil o más corto, o porque lo había aprendido mal; también podía tratarse de otra de sus zafiedades que, dicho sea de paso, eran involuntarias. La pobre mujer no podía ser más vulgar, pero no tenía mala intención y lo sabes.
Podías haber cambiado tu nombre mucho antes y no obligarla a recordar que, cuando te llamasen por teléfono, tu nombre era Claudia, como habías dicho a todo el mundo, y no Ana María. Fue algo miserablemente perverso.
Te vi tan a menudo ponerte como loca cuando te llamaban por teléfono y ella corría a descolgar —era una de sus poquísimas distracciones— y decía a voces: aquí no vive ninguna Claudia, que no puedo dejar de sentirme cómplice por no haberte corregido. Oía cómo bajabas las escaleras de cuatro en cuatro, le arrebatabas  el teléfono y decías con una voz tan falsa y almibarada que me daba náuseas: hola, hola, soy Claudia.
Si tanto odiabas el nombre de Ana María, comprendo que, ahora que tu madre ha muerto, te faltase tiempo para ir al Juzgado y cambiarlo por Claudia. Lo que no acabo de entender es por qué lo has hecho si me dices que Claudia tampoco te gusta.
Un abrazo de tu amiga. A.

sábado, 7 de julio de 2012



Bellísimo poema de una poeta observadora; encanto de lo cotidiano a pesar de su aparente simpleza; búsqueda constante de íntima relación con lo que la rodea, es consciente de su anónimato en un lugar en el que es capaz de ver más allá de lo que le regalan los sentidos. Me encantan estos poemas urbanos de Herme; tal vez me gustaría ver lo mismo que ve ella y, además, escribirlo de esa forma tan sencilla y próxima.
Aquí lo tenéis, y lo dejo desnudo porque no necesita más.

EN UN LUGAR CUALQUIERA
Otra cuidad de la que esperas el deleite.
Nuevas calles que cruzar en este frío atardecer
para perseguir las formas desconocidas que te aguardan,
las huellas secretas que rastrean los extraños.
Llovizna mansamente sobre casas iguales, íntimas, lejanas,
mientras figuras oscuras transitan al compás del agua
envueltas en sus misterios cotidianos.
Encerradas en su humedad de siglos,
las horas pasan sin encanto.
De pronto, una joya verde surge tras los árboles.
En esta tarde brumosa y densa
la luz la trae un semáforo o esas pequeñas
flores silvestres que a la orilla de un camino
crecen frágiles entre papeles, basura y  hojas muertas.

Herme G. Donis “Vida y memoria”



viernes, 6 de julio de 2012

                                                                   
               
                 http://unhinged-monica.blogspot.com. (Picasso)

 
Os presento a una magnífica poeta: ella es Herme G. Donis, autora del siguiente poema y de muchos otros cuya calidad y fuerza expresiva siempre he admirado.

HISTORIAS BREVES

Existe en las ciudades
un afán de encuentros,
el latido que sugiere
seguir los pasos a un extraño
y perderse con él por el sueño
de las calles.
Pasiones de urgencia
para no darse por vencidos.
Cuerpos que buscan
una excusa para llegar
a cualquier sitio donde
nadie los espera.

Herme G. Donis de “Vida y memoria”
                 
 Un poema de Herme G. Donis.

miércoles, 4 de julio de 2012



Madre e hija: Gustav Klint

Din don.

(Canción para
un niño dormido)


Din don,
din don, din don.
La noche se duerme
en sábanas frecas.

Din don, din don.

Se duerme la rama
del laurel de la alberca.
Din don,
din don, din don.

¡Qué sueño en la rama,
qué sueño en la flor!
Din don,
din don, din don.

Din don.

Aurora G. Rivas.