lunes, 29 de diciembre de 2014

UN POEMA DE "De mármoles y abejaS"



Resultado de imagen de tormentas en el mar, fotos
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¿QUÉ ME TRAERÁ LA PRIMAVERA?

Un enjambre de abejas peregrinas 
azulea el interminable mar
que habito
y la noche derrama
denso perfume de jazmines
hasta el confín de la mañana.
Atesoro esta belleza
            para las horas del recuerdo
y su nostalgia.
¿Mas, qué me traerá la primavera?
¿Dejará la lluvia más luz
en mis manos, otras canciones
tu ausencia
o en el tedio de los días
el sopor que pregona las tormentas?

Llegaste con la gentileza de los jóvenes amantes
con la luna a la espalda
y un viento
                     antiguo entre los dedos,
las pupilas asaeteadas de relámpagos
y la voz incendiando las mareas.
Pero mi tiempo se ha perdido
entre uno y otro amanecer
y cada día
las noches tienen ya algo de preámbulos*.

Aurora García Rivas.

Del poemario inédito De mármoles y abejas

        *Caballero Bonald, Manual de infracciones.

sábado, 27 de diciembre de 2014

DOMINGO DE CUENTO. UN VIEJO CUENTO PARA UN NUEVO DOMINGO.

Domingo de cuento. 
                     
LA TIRA CÓMICA

De buena gana le hubiera hecho tragar el asqueroso periódico, pero era mi jefe y aunque no sentía ningún respeto por él, no me atrevía a tanto. 
Por alguno de esos mecanismos que pone a funcionar nuestra capacidad para las antipatías irracionales, le había tomado auténtica aversión. O tal vez es que, sencillamente, me sentí desplazada cuando llegó, pues dejé de ser la payasa de la oficina para convertirme en una especie de chivata malévola que hacía ver a los demás lo que veía yo.
Lo que nunca entendí fue que mis compañeros me siguieran el juego. Es verdad que era la más antigua y tenía sobre ellos alguna ascendencia, pero esa especie de lameculos que se frotaban contra todo lo que se pudieran untar aunque fuese mierda, y cuya simpleza y mezquindad era mayor que la mía, nunca la comprendí.
Me sentía frustrada, enojada con el mundo entero, sobre todo a la llegada de Ramiro cuyo puesto ambicionaba yo. Mis compañeros cuchicheaban a mi espalda pero tenían para mí todo tipo de sonrisas cuya complicidad nunca llegué a creerme pero que me venía de perlas en aquella oficina sórdida y triste en la que era fácil morirse de tedio y tristeza.
Todas las mañanas, la misma cantinela; Ramiro asomaba el hocico detrás de la mampara y me preguntaba:
—Elena, ¿has leído el periódico?
—Sí, hace rato.
—¿Me lo traes, por favor?
Yo me levantaba y le acercaba el periódico. Permanecía a su lado unos segundos y miraba por encima de su hombro sólo para asegurarme de cuál era la página que buscaba.
Siempre lo mismo, día tras día. A Ramiro sólo le interesaba la tira cómica y la página de sucesos. La tira cómica nunca la entendía y se las arreglaba para que yo le explicase de qué iba la cuestión. Yo, a veces, y por pura maldad,  le explicaba todo al revés. Entonces el hombre se perdía en un embrollo de confusiones mientras yo disimulaba una sonrisa torticera.
Los compañeros ahogaban la risa tras la mano o hacían que pareciera inocente. Ramiro nunca se dio por enterado de las pullas y las míseras indirectas que, sin caridad ninguna, le hacíamos continuamente. Él, con toda candidez, una vez que ojeaba la tira cómica, iba a mi ventanilla y, entre cliente y cliente, me preguntaba.
—¿La has leído? Es buenísima, ¿verdad?
—Muy buena.
—¿Y tú crees que este personaje está acertado en lo que dice?
—Para nada, pero en eso consiste la broma, Ramiro.
Y si yo no decía nada más, se iba. Eso era lo mejor que podía pasarle. Lo más frecuente era que yo le hiciese preguntas al respecto en las que se embarullaba sin remedio hasta que se iba mucho más confundido de como había llegado.
Mis seis horas diarias ante la ventanilla, meneando de acá para allá la maldita bandeja y  escuchando chorradas e impertinencias a los clientes, con la mejor cara posible,  contribuyeron no poco a que odiase aquel aire de ingenua bondad de mi jefe y, sobre todo, su innata simpatía.
Su sueldo no era mucho mejor que el mío, pero tenía un despacho ridículo detrás de una mampara de metacrilato, veinte años menos y el sambenito de bobalicón, que yo contribuí a alimentar con generoso empeño, hasta que Ramiro ascendió y se fue a Madrid, a la Central, con doble sueldo y la mitad de horas de trabajo.
Yo, a pesar de mi despierta inteligencia, de mi indiscutible sentido el humor, sigo calentando el mismo asiento frente a la misma ventanilla de esta sucursal sórdida olvidada en una mísera ciudad de provincias.
Ahora tengo otro jefe, correcto, educado y tieso como si lo hubiesen almidonado, tan áspero como un cardo, al que no consigo encontrar el punto flaco, así que mantenemos una relación laboral aséptica y aburrida. Aburrida para mí, claro, por lo que ayer me sorprendió muchísimo que me llamase por mi nombre y me preguntase:
—Elena, ¿ha visto el periódico?
—Sí.
—Tráigamelo, por favor.
Mi emoción era indescriptible cuando le contesté:
—De acuerdo, pero hoy no trae tira cómica.
—¿Perdón?
—Digo, señor director, que hoy no trae tira cómica.
Primero se quedó mirándome con cara de pasmo como si se sintiera desorientado. Luego reaccionó y, mientras me fulminaba me contestó  con una especie de silbido:
—¿Pero de qué tira me habla? ¿Es usted estúpida? Tráigamelo inmediatamente. Quiero leer el estado de la Bolsa.

Aurora García Rivas.



viernes, 26 de diciembre de 2014

UN CUENTO PARA FINAL DE AÑO, del libro titulado: DOCENA Y MEDIA DE CUENTOS


Un cuento para final de año.

Uno de mis viejos cuentos del libro publicado con el título: "Docena y media de cuentos".


Luis Pescetti
EL RESTAURADOR DE MUÑECAS

Iba al museo cada mañana, envuelto en la niebla de muchas noches de insomnio, subía a la sala quinta y se sentaba a contemplar “Niña con muñeca rota” hasta que la imagen se difuminaba entre su mente y el lienzo y le inundaba la cabeza con una insoportable melancolía.
La amó como a su propia hija, Adela, porque llegó a pensar que era ella la que había vuelto de la muerte  y que, como en otro tiempo, se sentaba en su silla de anea, con un vestido blanco y el sombrero olvidado sobre las baldosas, donde la brisa ondulaba, en un leve trémolo, la cinta de raso verde.
Miraba su gesto contraído pero no sabía cómo consolarla. Se sentía atrapado por la niña del cuadro que sólo atendía a su muñeca rota. Él sólo atendía a su corazón y esperaba no sabía qué milagro. También la llamó Adela, como a su  hija, y susurraba su nombre entre sueños. Su mente se nublaba con frecuencia y el cuadro y el recuerdo de su niña acabaron siendo una misma cosa. Creyó haberla encontrado y, sólo cuando el conserje le recordaba que debía marcharse, se iba y la dejaba apesadumbrado, siempre en la misma silla, siempre con la muñeca rota entre las manos.
Volvía al museo al amanecer y aguardaba pacientemente la hora de abrir. Subía a la sala y se sentaba frente al cuadro, agotado e impotente, sin poder ofrecer a la niña más que su silencio y una inútil borrachera de tristeza. La trágica expresión de su carita y el gesto de las manos —que intentaban inútilmente recomponer aquel sueño de porcelana y organdí—, lo habían subyugado de tal forma que hubiese dado su vida entera por remediar tanta desventura.
Una noche, en uno de sus rebuscos habituales por los contenedores de basura, encontró una cabeza de muñeca antigua. Le abrió los ojos, que aún conservaban cierto brillo de cristal, y la llevó a su taller. La sujetó bajo la lámpara y se dispuso a trabajar. Lo hizo con un ahínco febril, contenido sólo por la paciente minuciosidad del artista y, con la pericia de un experto, empezó a recuperar la delicada belleza oculta tras la mugre y el abandono.
Después de limpiarla cuidadosamente, la barnizó. Le puso una peluca de rizos dorados y pestañas nuevas; perfiló la línea de las cejas y el carmín de los labios y aplicó una pincelada de colorete a las mejillas. En el baúl de los retales encontró material para confeccionar manos, uñas, medias de seda, enaguas de encaje, zapatitos…, primores de artesano para un cuerpo de desechos. La primera luz del alba lo sorprendió cosiendo un vestido de organdí, igual al que tenía la muñeca de Adela, y rematando cada detalle bajo su atenta mirada de perfeccionista. Al verla entre sus manos, tan hermosa, pensó que  merecía un soplo de vida.
Mucho antes de abrir, ya esperaba a la puerta del museo con su muñeca terminada. Oyó al conserje descorrer el cerrojo y, una vez dentro, subió las escaleras de dos en dos hasta la sala quinta. En el silencio del museo vacío sus pasos sonaban huecos y lejanos, como algo ajeno a él. Llegó sin aliento y con la sensación de que su alma y su cuerpo se habían disociado y no eran suyos. Su alma volaba y sus piernas apenas lo sostenían.
Al franquear la puerta de la sala se quedó atónito. El cuadro estaba casi vacío. No quedaba dentro de él más que la sillita de anea y el sombrero con la cinta verde. La niña había salido del lienzo y estaba de pie bajo el marco. Lo miraba con sus ojos de acuarela azul y, sonriendo, tendía hacia él su mano. Adela quería recuperar su muñeca.

lunes, 22 de diciembre de 2014

UNA DE LAS RESEÑAS DE PRESENTACIÓN DE "VÍA MUERTA"



UNA DE LAS RESEÑAS DE PRESENTACIÓN DE 

VÍA MUERTA




Tren Vilaodriz-Ribadeo, sól con coches de pasajers

Por Marián Suárez.


Es este un libro que se lee cadenciosamente, como fluyen las aguas del río que bañan los paisajes de la nueva novela de Aurora García Rivas. El Eo y el tren minero Villaodriz – Ribadeo, vías de comunicación y fuentes de  riqueza de la comarca, discurren paralelos ejerciendo de metáforas de la peripecia vital de los personajes. La carretera, el río y el tren vertebran sus idas y venidas, sus encuentros y desencuentros. Si bien, como se apunta en la obra: “el río no lleva billete de vuelta”.
El tren es singular protagonista de los avatares de Pedro y Clara, los acerca y los aleja entre sí o lleva a Pedro lejos de su casa para devolverlo luego, tras los horrores del Rif, a su terruño dispuesto a empezar una nueva vida cerca de los suyos.
Marruecos como experiencia de muerte, la guerra en la que se empecina la España de la Restauración, convencida de su capacidad colonialista pero que no contaba con la resistencia de los rifeños ni con la caótica gestión del conflicto. El desastre de Annual bajo Alfonso XIII convertirá a Pedro en un superviviente que sólo sueña con volver a su aldea de “hierba fresca y fuentes cristalinas”.
La Tierra de Miranda acoge la vidas sencillas de sus vecinos, sus quehaceres diarios, su fiesta de San Juan y su Virgen de Conforto. Para Clara el tren es algo misterioso que se convierte en “doméstico” cuando añaden a los vagones de transporte de mineral los de pasajeros y correo. La vida en la frontera discurría plácidamente y parecía que iba a durar siempre.
En la novela de Aurora G. R. el traqueteo del tren es el nexo que todo lo amalgama: Pedro, Clara, Inés... Por sus andenes desfilan los personajes y el tiempo. El fulgor de los buenos tiempos de progreso y la decadencia de las minas que llevaron a la comarca al abandono y a la vieja Chocolatera a las vías muertas.
Inés escoge otra vida y, tras el anuncio de la boda de Pedro y Clara y la partida de Pedro a África, deja la aldea y emigra a la cosmopolita capital cubana huyendo del rencor que siente hacia Clara. La Habana de los años 30 es un escaparate para una muchacha, que sin embargo, no se deja engañar por el brillo superficial de aquella gran ciudad. Sabe que deberá trabajar duro para sobrevivir en el fin del mundo. Es la Cuba de Machado, la de las grandes mansiones y las damas con sombrero. Pero también la de los maniseros descalzos y la de la depresión del 29.
Inés es el gran descubrimiento de la novela, valiente y pragmática, hará de una idea brillante un negocio próspero que le permitirá seguir ligada a su tierra por un hilo intangible.
Capítulo aparte merece el otro gran personaje femenino de la novela: Doña Catalina. Doña Catalina no viaja en tren porque no sale de casa, mientras toda la villa de Ribadeo espera que doblen por ella las campanas de Santa María.
Sus negocios la mantienen unida al ferrocarril pero ya no llega mineral a la estación
de Villaodriz. Con una vida aparentemente frívola en el imaginario de los ribadenses,
la anciana evoca fantasmas dolorosos en un ejercicio de introspección al final de sus días. La centenaria dama esconde un secreto que provocará un vuelco en la vida de algunos de los protagonistas y dará qué hablar durante años a sus vecinos.
La novela discurre como las aguas del Eo “como una enciclopedia viva que habría ido recopilando la memoria de los pueblos”, trufada de personajes de otra época con nombre propio y de referencias culturales del occidente asturiano y su frontera gallega.
El título de la novela resume a la perfección la palpitante historia de unas gentes que aman, sufren, sobreviven... en un escenario cambiante y en declive.
Desde la cercanía de lo cotidiano, Aurora G. R trasciende la realidad de una sociedad y una época para dotarla de poesía.
En palabras de la escritora estadounidense Siri Hustvedt: “Lo profundamente íntimo y familiar puede ser transformado por el lenguaje, el pensamiento y el sentimiento en una obra que va más allá de la vulgar realidad”. “Las emociones que vivimos a través de la ficción nunca son ficticias. Son reales y afectan a nuestras vidas”.


Marián Suárez.- Presentación en Ribadeo 
Ateneo Jovellanos 
Club de prensa de la Nueva España
              por
Marián Suárez.






 "VÍA MUERTA"

viernes, 12 de diciembre de 2014

CLUB DE PRENSA DE LA NUEVA ESPAÑA, 11.12-2014


"VÍA MUERTA" Ayer en el Club de Prensa de La Nueva España, Oviedo con mi presentadora, a la derecha, Marián Suárez, y mi editora, Marta Magadán.Gracias a las dos y a los asistentes,

http://www.septemediciones.es/2014/12/via-muerta-se-presenta-en-el-club-de.html



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“Vía muerta” se presenta en el Club de Prensa de La Nueva España de Oviedo

Marta Magadán, Aurora García Rivas y Marián Suárez.
Ayer se presentó en el Club de Prensa de La Nueva España, la novela de Aurora García Rivas “Vía muerta”. Estuvieron acompañando a la autora Marián Suárez y Marta Magadán.
Marián Suárez, filóloga, describió la novela como “costumbrista y cercana a lo cotidiano, y con calidad literaria y un estilo muy trabajado”. Por su parte, la editora Marta Magadán, destaco que en el plano formal “la novela se compone de capítulos trepidantes y muy visuales, de modo que sería un libro adecuado para realizar una serie de televisión”.
Aurora García Rivas propone en la novela un recorrido “de homenaje a tierra baja de Miranda, siguiendo el curso del Eo a través del tren minero Vilaodriz-Ribadeo. García Rivas señala que ha suministrado al lector “drama, misterio, tensión, tragedia, pero también páginas donde impera el sentido del humor”. En todo caso, “he escrito por y para los lugares a los que pertenezco y hay lectores que me piden una continuación de la novela”.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Algunas fotos de la presentación de "vÍA MUERTA"



http://www.lne.es/oviedo/2014/12/11/aurora-garcia-rivas-presenta-libro/1684586.html

El Progreso, Lugo
A Pontenova, detrás los hornos de calcinación de hierro.


A Pontenova, Casa de Cultura

Marta, Trini, y Ángeles Villapol, A Ponenova

Taramundi

La voz de Galicia
Marta, Trini, y el Sr. Alcalde Eduardo Lastra, salón de Plenos del Ayuntamiento

Nieves de Chuchillería Taramundi y la navajita que me regaló.


Taramundi
Taramundi, con el poeta Alberto Calvín, él me firma su libro y yo le firmo el mío.
San Tirso de Abres, Marta, Trini y Ángel Prieto, Auditorio
Ángel Prieto



Mi lectora más joven, San Tirso
Un niña con futuro literario


Con Trini Suárez, Vegadeo

Dentro de poco, las que faltan
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domingo, 23 de noviembre de 2014

jueves, 13 de noviembre de 2014

FOTOS DE PRESENTACIONES DEL FIN DE SEMANA PASADO


TRES FOTOS DE LAS PRESENTACIONES DEL FIN DE SEMANA PASADO.




De izquierda a derecha, mi editora, mi presentadora y a mi derecha Ángesles, en A Pontenova


En A Pontenova, frente a los hornos de calcinación del mineral de hierro, que hoy son un monumento al pasado minero.

"Vía muerta y una emblemática navaja de Taramundi que Nieves de "Cuchillería Taramundi me regaló.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

LA NUEVA ESPAÑA


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"Vía muerta", una novela por y para la comarca

La escritora santirseña Aurora García Rivas define en Taramundi su tercera incursión en el género como un homenaje a su tierra

11.11.2014 | 04:32
Aurora García Rivas, dedicando libros en Taramundi.
Aurora García Rivas, dedicando libros en Taramundi. 

"Es una novela con intención, escrita para y por la zona", advirtió la escritora santirseña Aurora García Rivas (La Antigua, San Tirso, 1948) en el acto de presentación de su tercer trabajo novelístico, celebrado este domingo en Taramundi. "Vía muerta" es una historia coral que discurre por la comarca asturgalaica en la época en la que funcionaba el tren minero Vilaodrid-Ribadeo.
García Rivas, que en los últimos días ha presentado su trabajo en varias localidades del Occidente y de la vecina provincia de Lugo, indica que la trama, al margen de algún personaje aislado que existió en la realidad, es "absolutamente" imaginaria. "No hay nada de realidad más que el lugar y el tiempo", incide. Aún así, los vecinos de la comarca disfrutarán identificando los escenarios reales de San Tirso, Taramundi, Castropol y Vegadeo.
"Vía muerta" es el decimosexto libro de García Rivas, que anunció que ya está trabajando en su cuarta novela, centrada en una leyenda de su San Tirso natal. "'Vía muerta' es el que menos me ha costado y el libro que he hecho con más alegría y dedicación; no sólo porque conocía la época, sino también la zona", precisó la escritora.
La novela, editada por Septem ediciones, ronda las 400 páginas. La editora, Marta Magadán, presente en el acto, se refirió a García Rivas como una "prolífica autora vocacional" que se siente cómoda en diferentes estilos. Destacó la fuerza y poder que posee a la hora de comunicarse y calificó "Vía muerta" de "deliciosa novela" cargada de "movimiento y ajetreo como el tren que da inicio a la historia".
Tricentenario
La santirseña, que contó con la introducción de la responsable del programa "Rompiendo distancias", Trinidad Suárez, presentó su trabajo en el marco de los actos del tricentenario de la construcción de la iglesia de San Martín, en Taramundi. De hecho, en las partes del libro que discurren en suelo taramundés la iglesia tiene un protagonismo especial. Una circunstancia fruto de la casualidad, pues García Rivas desconocía la efeméride.
La escritora introdujo Taramundi en la trama por "una razón sentimental", ya que tenía una abuela taramundesa y siempre se sintió muy querida en el concejo. En la presentación también quiso hacer mención al poeta taramundés Alberto Calvín, que acaba de publicar su segundo trabajo.
Los actos del tricentenario de la iglesia se cierran hoy, día del patrón local, San Martín. A las doce y media está prevista la misa y a continuación habrá una comida popular en el polideportivo municipal a la que han confirmado su asistencia más de doscientos vecinos y que estará servida por el cocinero Antonio Vázquez, del hotel La Rectoral. Tras la comida, de cinco a ocho de la tarde habrá animación musical.