jueves, 31 de enero de 2013



Recordando al más grande cantautor de todos los tiempo, el belga Jacques Brel


                       

                                 ABRIL     
Debo conformarme
de nuevo
con la complicidad de la lluvia
               y el dial
fijo en su punto de canción,
tangos con voz de cazalla
y el silencio que acompasa su latido
a tu distancia.

Abril me sabe siempre a destierro,
a rotas canciones de Brel,
a vacío entre marzo y tus manos:

tú nunca estás en abril.

De “La tierra vertical”2005

miércoles, 30 de enero de 2013





                                   ENTRE EL HIELO Y LA SAL

Me ovillo bajo el cielo del otoño,
te busco en el rumbo
de mis ojos
y cierro distancias y horizontes
entre el hielo y la sal.

Si me traes la manzana de la bruja
envuélvela en el limpio
color de la mañana y déjame seguir
camino de la Vía Láctea
donde hilan las estrellas perversiones
de fuego y miel.
Si me ofreces la copa con el zumo
sagrado de los sueños, miénteme:
hazme ver que eres tú
quien me espera al final del laberinto.

De “La flauta del sapo” DG. 2009
 

lunes, 28 de enero de 2013

En Coaña, Asturias, el próximo día 2 de febrero, tiene lugar un acto en el que se otorga un reconocimiento público a Don Rafael Anes de Castrillón, y se entrega a Doña Isabel San Sebastián la distinción Eva Canel 2012, como podéis ver en el cartel que lo anuncia. 


Hemos sido invitadas tres poetas (acompañadas al piano por Doña Lola Rodríguez), entre las que tengo el honor de encontrarme.
A continuación podéis leer los poemas con los que voy a intervenir.



PRIMAVERA
Nací en primavera, en los días
que transitan entre el frío y las cerezas,
cuando los pájaros
acicalan la mañana y las tardes
son paredes de cristal entre la niebla.

Recuerdo otros inviernos y otras primaveras,
la ventisca y los campos como azúcar,
los bosques y sus trinos y pan de maíz
migado en leche tibia

…y unas manos
y aquel olor a manzanilla.

De "La tierra vertical"

LA VOZ FAMILIAR
Es la voz familiar
del viento en el tejado lo que echo de menos,
la lluvia cayendo al corral o arando
los caminos polvorientos,
las gallinas
cerrándose sobre cualquier acomodo nocturno

y tu voz.
Sí, tu voz, transida
de cansancio aún, un minuto antes de la aurora.

De "La tierra vertical"


RONDA
                Golpeada la tierra, emite un sonido
 opaco y cargado de nuestras ambiciones.
 Golpeada una estrella, revela su sentido.
           R. M. Rilke

Bajo la noche,
cae, como luciérnagas sin peso,
una lluvia infinita de estrellas.
Sobre Ronda amanece lentamente
y todo es luz y azul y aire en que vuela
un albor de pájaros blancos.
Igual que la luz de Venecia en Tiziano,
muestran el camino, revelan
la callada belleza de las constelaciones.
                                                                           
Está tan alto el cielo en Ronda,
tan lejano, que nada parece conmoverlo.
                 Mas cómo latía en tus pulsos
                 su recuerdo en las horas
                 en que los ángeles dormían...

Allí agonizan  los ocasos
lentamente. Allí
se funden los colores de la tierra.

De "Un domingo en Venecia"

A CAMBIO DE MI ALMA

Pido, a cambio de mi alma,
tu mirada luminosa,
encender contigo el fuego de una noche,
asar castañas,
beber el vino que me ofrezcas
y recoger sobre la alfombra
tu naufragio de azaleas.

Y si hay alguna sombra al otro lado
de la puerta, cerrar con siete llaves
y quedarnos con la voz del viento
en la ventana
                    y el corazón de la noche
apretado entre las manos.

De "La sombra del alcaudón"


ERAS TÚ Y NO ABRIL

Siempre supe que eras tú
y no abril
quién invadía sin permiso
mis aposentos en penumbra.

Regresabas, convicto de la luz,
dejando en mi alcoba
                tu rastro de crisálida
 al alba retomabas tu camino
buscando las mareas.

Hoy florece efímero el nopal
y su fulgor aparta
sombras de mis ojos,
mas nada  me devuelve
el fuego de tus pájaros cantores.

De "La flauta del sapo"










viernes, 25 de enero de 2013


Para este fin de semana, un cuento.


Casa de campo en un trigal, Van Gogh


                LA CASA AMARILLA

“Disonante, sobre la línea del horizonte, la casa amarilla se desperezaba entre la niebla matinal”. Isabel seguramente escribiría algo así sobre la fea arquitectura que se aferraba a la colina como una garrapata.
Isabel fue una novia que yo tuve y con la que rompí porque no encajaba en mis planes. Mi pasión han sido siempre las piedras; la de ella, la literatura. No me veía restaurando mi vieja casa familiar, amasando hormigón y colocando tejas, mientras ella escribía poemas mirando a la luna.
Cuando le comuniqué mi decisión, ni siquiera me miró, bajó del coche y cerró la puerta con suavidad. Entró su casa sin volverse y no me ocupé de saber nada más de su vida. Sin embargo, la recordé muchas veces porque tengo que confesar que nunca me había sentido tan a gusto con ninguna mujer y me hacía reír porque usaba con hábil maestría la retranca propia de la gente del Norte. A Isabel, inteligente, hermosa… sólo le faltaba algo más de disposición para ayudarme con mi proyecto,  pero era evidente que eso no iba a ocurrir porque tenía los suyos propios. Confieso que la eché de menos y que no tardé en arrepentirme de mi decisión. En el fondo esperaba que ella me llamase, no pensé que si de verdad me amaba no hiciese algo para recuperar nuestra relación. Yo no me atreví a hacerlo; francamente, temía su mordacidad y me daba miedo pensar que seguramente me mandaría al cuerno.
Estos diez últimos años dediqué todos mis esfuerzos a estudiar y diseñar sobre mi mesa de delineante, la casa que había proyectado en mis sueños, sin dejar nada al azar ni a la improvisación. Conozco cada piedra, labrada con mis manos, cada ojiva de las ventanas, cada voluta de la forja de la puerta... ¡Queda aún tanto por hacer! Pero ya tiene personalidad propia y la voy terminando con mimo de artista.
La casa amarilla acompañó mi voluntario aislamiento desde su puesto de centinela, siempre cerrada e indiferente. A veces recordaba las opiniones de Isabel que consideraba que  el amarillo es el color de la luz. No lo dudo, pero sigo pensando que según para qué cosas. El problema de la casa, en realidad no era el color, era todo: el tipo de arquitectura, impropia de la zona, el lugar en el que la construyeron...
Un día, fue retirado el rótulo de SE ALQUILA de la verja del jardín y poco después fueron abiertos los postigos y las ventanas. A los pocos días, en el claroscuro de la anochecida, alguien bajó de un coche, sacó maletas y las metió en la casa, después desapareció al otro lado de la puerta y todo recobró el silencio habitual. Me alegré de tener un vecino con quién compartir la soledad, que empezaba a aburrirme tras haber cumplido el primer objetivo de mi proyecto. Esperaba que fuese alguien discreto y agradable con el que charlar de paso, sin más pretensiones.
En mis largos paseos por la carretera, rodeaba la verja de su jardín, pero nunca veía a nadie. Mi perro ladraba al pasar, alertado por  el cambio, y yo intentaba escrutar su interior. Mi curiosidad empezó a ocuparme más de lo deseable y, aunque nunca me he interesado por vidas ajenas, me intrigaba qué podía hacer una persona metida siempre en casa, a la que sólo llegaba una furgoneta cada quince días. El conductor, después de descargar bolsas y paquetes en la puerta, se iba, y el misterioso inquilino las recogía siempre por la noche.
Una mañana desperté muy temprano y fui a dar mi habitual paseo. La casa amarilla brindaba al aire limpio sus ventanas abiertas y pude vislumbrar, detrás de la transparencia de los visillos, una figura de mujer. En aquel momento caí en la cuenta de la multitud de detalles que me habían pasado desapercibidos, señales sutiles que diferencian las casas habitadas por mujeres de las que lo están sólo por hombres. Un rato después me pareció oír teclear en un ordenador, pero marché definitivamente convencido de que sería imposible comunicarme con ella, no sólo por el nulo interés que mi vecina me demostraba, sino porque las mujeres me han dado muchas sorpresas, no siempre agradables. Nunca he conseguido entenderlas,  y no quiero pensar que la culpa haya sido sólo mía.
Solamente la vi fuera de la casa, desde lejos, una tarde de primavera, de verdes recién estrenados y el cielo intensamente azul sobre su cabeza. Vestía de blanco, llevaba un sombrero de ala ancha y de su hombro colgaba una cámara fotográfica. Alguna vez, durante el último verano, cuando la luna clareaba la noche, la veía pasear por el jardín, entre las sombras, y eso me inquietaba, me producía un desasosiego inexplicable. Empecé a imaginarme cosas...
La casa amarilla crecía en mis sueños como un animal prehistórico, con dos alas que me abrazaban hasta asfixiarme. Salía de ella una mujer: la “Dama de la noche”, que no tenía rostro, pero yo escuchaba su risa. Corría tras ella, corría mientras ella caminaba con lánguida indiferencia, desnuda como escarcha bajo una negra capa de terciopelo. Cada paso la conducía más  cerca de la orilla de un río. Subía a una barca y se iba corriente abajo bogando al viento, mientras los cabellos le crecían incesantemente y dibujaban un camino que centelleaba sobre el agua y por el que yo pretendía seguirla, pero me caía en un abismo interminable hasta que me despertaba sobresaltado.
Resultó ser un sueño recurrente que empecé a temer. Tuve que plantearme muy en serio retomar la objetividad de mi existencia y plantar cara a aquel absurdo. Cuando llegué a la conclusión de que quienquiera que fuese mi vecina no tenía por qué importarme, la casa del horizonte apareció abandonada de nuevo, con los postigos cerrados y el viejo rótulo en la verja. Volví a acostumbrarme a su silencio y olvidé a su inquilina.
Algún tiempo después, tuve que ir a la ciudad a hacer copias de unos planos que había dibujado. Aparqué mi furgoneta en las afueras y recorrí las calles de siempre con la intención de volver cuanto antes a refugiarme entre las paredes que comparto con mis utopías.
Al pasar frente al escaparate de una librería llamaron mi atención una veintena de libros, todos iguales, que tenían la misma fotografía en la sobrecubierta. Era una foto espléndida, luminosa. Me acerqué y comprobé asombrado que se trataba de la casa amarilla, que repetía su insólita imagen en cada libro. Sobre el azul del  cielo, el título: “La casa amarilla”, bajo éste, en letras más pequeñas, el nombre de la autora: Isabel Morán.
Claro que compré uno. Lo abrí nervioso, con aprensiva lucidez. En la página correspondiente, la dedicatoria disparó sus dardos directos a mi corazón: “A Gabriel, sin cuyo olvido nunca hubiera intentado realizar mis sueños”.
FIN

miércoles, 23 de enero de 2013

Un nuevo poema de "La tierra vertical", Colección Deva, Ateneo Obrero de Gijón- 2005



(Dalí) http://www.google.es/imgres?imgurl=
         
                          RETORNO

Extenuados,
como corredores de fondo,
esperamos la hora del crepúsculo.
Un desenfreno de alas
de polillas se inmolan sobre el vapor
de las farolas de mercurio.

Es la hora de la puesta a punto de los relojes
de la noche, la señal
para olvidar, izar velas, partir
al otro lado de nosotros.
Con la amanecida, el retorno. 
Tanta ceniza en los ojos, tanta desventura
de abrazos perdidos…

A partir de entonces consumimos
estériles verdades
hasta la hora de ajustar
          de nuevo los relojes.

Aurora.- 2005 

domingo, 20 de enero de 2013



El poema de hoy da nombre a un libro publicado en 2005, en la colección Deva del Ateneo Obrero de Gijón.

Se titula "La tierra vertical"

http://www.google.es/imgres?hl


LA  TIERRA  VERTICAL

Nadie siembra 
en la tierra vertical. Si al azar
una semilla encuentra el abrigo
de una grieta
y se embriaga de ocasos
                              y de auroras
será pasto de los pájaros
antes de abrirse a su  mañana.

Es preciso el reposo 
del surco
que cobije su fervor,
y algo más que el abrazo amable
de algún dios que derrame
sobre ella
                 el latido de su semen.

Sembrador de fulgores
y otras claridades: esparce a boleo
tu tiempo de armonía en mi llanura 
roturada.

Aurora, 2005

viernes, 18 de enero de 2013




En mayo del año 2006, visité el Parque de Monfragüe, en Cáceres. De esa visita nació un libro de poesía titulado "La sombra del alcaudón"


Panorámica del Tajo y el Tajuña en Monfragüe, foto propia.


  De “La sombra del alcaudón”(año 2006)
   
                                           Página 49             

Qué encina, de madera
más oscura quizá que la del roble,
levanta mi alegría, tan intensa
unos momentos antes del crepúsculo
y tan doblada ahora.
             Claudio Rodríguez.

Fueron los alcornoques centenarios
y las encinas viejas y sabias
quienes nutrieron mis ojos de otros horizontes.
Aromada de cilantros, la noche
me devolvió a la mañana,
tenue y clara entre la lluvia perezosa.

Y ahora este sol de domingo,
tan engañoso y altivo,
tan amarillo y osado,
no es más que el sol de un paisaje
que olvidé.
Sigo cautiva de los trenes,
de las estaciones sin nadie,
de los andenes largos,
de amaneceres
abiertos otra vez
a la lógica de razones
por alguna causa rechazadas.

Vuelvo a la soledad de los caminos
e intento entender por qué los pájaros
se quedan inmóviles,
como esculpidos en el eterno
silencio de la piedra, allí donde
el río extiende su metáfora de espejo.

Aurora.


miércoles, 16 de enero de 2013



Playa de las Catedrales
http://www.brujulea.net/
En Ribadeo, municipio de Lugo (Galicia), hay una playa de arena tan blanca como espuma, tan bella que parece que los dioses horadaron con sus manos los farallones que la rodean. Le llaman la playa de “Las catedrales” y también “Playa de las aguas santas” Es espectacular. Ésta es una imagen de tantas como se pueden tomar.


                    youtube (la lista de Schindledr)


EN LAS CATEDRALES

Anochece.
Miro las rocas que dioses antiguos
cincelaron
entre la tierra y el viento:
                                         farallones
de lascas oblicuas,
                          arcos que se abren
a oscuros silencios
y la espuma revelándose
efímera piel
de la arena, tan blanca
que hiere los ojos, y tan finamente
esculpida
            que se escurre
                          en las manos
con la armonía de un vuelo.

Escucho aterida
la canción
que canta en el fondo
oscuro del mar la caracola*.
Se hacen eternas las horas. La marea
disuelve el azul
de la noche. Me traspasa
tristísima música y creo que nunca
volverá a mis ojos la aurora.

*Félix Luna: Alfonsina y el mar


lunes, 14 de enero de 2013


            CONCIERTO DE ARANJUEZ
                        Joaquín Rodrigo

Paco de Lucía Concierto Aranjuez - Adagio












JARDINES DE ARANJUEZ

Jardines de Aranjuez:
qué otoño de viejos esplendores,
qué de luz tamizada entre las hojas,
cuántas manos trepando por los márgenes
del seto,
cuántas tijeras
abiertas en la fresca amanecida
del jardinero y sus arquitecturas.


http://www.google.es/imgres?hl=













Pero ninguno se parece
al estanque tranquilo, o al brocal del pozo
y su roldana,
ni al arroyo y su charca de verano,
donde las ranas lucen su piel iridiscente,
–no hay setos intocables en mi alberca –.
Los juncos y sus flores,
su incierta melodía, traen a mi memoria
nostalgias
de tierras de labor: severas geometrías
abiertas a la siembra, y un rumor
de abejas tejiendo vuelos y ceras y labores*
de flor en flor, de corazón en corazón.

*Miguel Hernández

Aurora de: De mármoles y abejas

jueves, 10 de enero de 2013


       Hace años, cuando Mecano cantaba "Hijo de la luna", se me ocurrió este cuento, porque ¿qué le pasó al niño una vez que el gitano lo abandonó en el monte y la luna "menguó para hacerle una cuna"?

Se lo dedico a nuestro amigo, Cristóbal Blanco, músico y tenor, de quién tomé el nombre del protagonista y que tantas veces nos deleitó con sus conciertos.

EL HIJO 

DE LA LUNA

Luego se hizo al monte
con el niño en brazos
y allí le abandonó.        José María Cano


                                                        
             El gitano había abandonado al niño en el monte bajo la mirada atónita de la luna llena, que redujo su luz hasta el menguante para acunarlo en su desamparo. En lo sucesivo, lo alimentó con leche de almendras y miel hasta que fue demasiado mayor para vivir con ella en la oscuridad de la noche. 
Navaja de Taramundi
Entonces, ciñó a su cintura una faja calé, bajo cuyas dobleces  puso un cuchillito de plata, y lo depositó a la puerta del hospicio después de borrar todo recuerdo de su mente. Allí le pusieron de nombre Cristóbal porque parecía un niño viajero. 
Cristóbal cantaba en vez de hablar y no fue fácil que aprendiera a expresarse en tono de discurso y no de canción. Sus tutores decidieron que estudiase piano, porque sus dedos tamborileaban sobre cualquier cosa a la que pudiera arrancar algún sonido. 
El muchacho, cada noche de luna llena, salía al jardín y se tendía desnudo sobre el césped. Parecía una estatua a la que el claro de luna ponía un barniz marmóreo. Volvía al dormitorio inundado de luz y música. Al día siguiente la escribía y la interpretaba en el piano, como si la hubiese practicado durante meses. Despuntaba ya el talento que los dioses conceden a sus elegidos.
 Muy joven aún, alcanzó la perfección del virtuosismo, pero los conciertos no satisfacían sus inquietudes. Su cabeza era un hervidero de melodías y deseaba crear más que interpretar, por lo que componía  piezas admirables, cuya inspiración nacía de  las sensaciones impresas en su mente en las noches en las que la luna llena lo miraba, y en las que seguía bañando su desnudez de hombre, igual que cuando era niño en el hospicio.
Todo transcurrió según el curso normal de las cosas hasta que llegaron ellos, los gitanos: fue una tarde de hielo y sombras, con luna temprana sobre el cielo de enero, entre el bullicio de la fiesta de la Epifanía. Eran dos, él y ella. Él, gitano viejo, oscuro, arrancaba perezosos lamentos a una trompeta. Ella mendigaba por la acera haciendo sonar algunas monedas dentro de un cuenco desportillado.
Desde la altura de la ventana, a Cristóbal le pareció una niña aún, toda esculpida en bronce y andrajos, con la trenza negra sobre la espalda y coronada con  una peineta de plástico y oropel. Contemplaba su figura ir y venir entre la gente, mientras oía aquella música de viento y metal, rota por la desgana del gitano.
La niña levantó sus ojos hacia la ventana y le sonrió:
—Una moneíta,  zeñorito,  que  Dio ze lo pagará.
Y él, que no tenía un céntimo, le regaló su cuchillo de plata; ella lo recogió al pie de la ventana y lo guardó con gesto de urgencia bajo los pliegues de la toquilla.
—Mala  zombra  tienez, mi niño...Un cuchiíto pa cortá la noche.
En aquel momento, Cristóbal oyó la llamada de la luna, se fue tras los vuelos de su falda y los dos pusieron calor al relente al amparo de las paredes del monasterio. Ella le dictó cada acorde de su nocturno, desde sus pupilas como negros espejos en llamas, mientras él  vaciaba el manantial gris de los suyos en su cuerpo de humo y canela.
Cristóbal anduvo los caminos de la gloria, huyendo siempre del tumulto de aduladores que le crecían por las esquinas, más austero cuanto más rica era su música, hasta que sus inquietudes de viajero errante lo arrastraron a recorrer países desconocidos. En todos ellos desnudó su piel bajo el plenilunio, como un ancestral recuerdo que no sabía explicarse.
Algunos años más tarde, cerca de una ciudad húngara, de la que se alejaba después del estreno de una de sus sinfonías, para complacerse en su soledad, 
/www.google.es/search
se encontró con una espesura de árboles ribereños en la que se abría un claro  fresco de hierba y sombra. Antes de percibir el olor de la hoguera, llegó a sus oídos el mismo lamento de trompeta que había escuchado bajo la ventana de su estudio: tras el toldo mugriento del carromato, la gitana, menos niña pero con la misma piel canela, atizaba la lumbre bajo el puchero, cerca del gitano que lanzaba su queja al aire, partido en dos por un puro lamento de trompeta. Más allá, sentado sobre las piedras redondas de la  ribera, un niño desnudo, "albino de luna", mojaba sus pies en el agua, mientras distraía su silencio afilando una rama de aliso con un cuchillito de plata.

FIN




lunes, 7 de enero de 2013

   

             "DE MÁRMOLES Y ABEJAS" (Cuatro  poemas)


EL CEMENTERIO DE LOS POETAS
EL CEMENTERIO MARINO
EL CEMENTERIO ACATÓLICO DE ROMA
TAJ MAHAL

1.-Teherán: El cementerio de los poetas se llama así porque en él está enterrada la poeta Farrough Farrokhzad y el poeta Bahar.

EL CEMENTERIO DE LOS POETAS
(Teherán)

Yo conozco la triste hada pequeña
que tiene una casa en fondo de océano
y toca su corazón en una flauta de madera,      
lentamente.*
Forough Farrokhzad

A las puertas de la eternidad
los derviches
mendigan a los turistas
la última moneda
y un cálido ney se agota
melancólico
bajo el cielo carmesí.
Con traje de oro y botas amarillas**
revolotea el hada
                            de los enjambres
sobre la  tierra que guardó tu juventud.

Sobre el Cementerio de los Poetas,
otra vez, se suicida la luna,
esta noche
                pálida
                            y redonda.

*Traducción de María Azari.
**Oda a la abeja, Pablo Neruda

2.-En Sète, Francia: está enterrado Paul Valery. En este lugar se inspiró una de sus obras más famosas: “El cementerio marino”

EL CEMENTERIO MARINO
(Sète, Francia)

¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,
pero agota toda la extensión de lo posible!
                             Píndaro, Píticas III en Paul Valery.

Cuánta belleza en la Muerte
si la miramos con los ojos brillando
de azules y un corazón
                          que palpita.
A la deriva una nave,
como en Estigia, ofrece al viento
negras velas
                         de cóncavo seno.
Panteones marmóreos ocultan sus muertos
bajo la tierra y  las cruces
abrazan mediterránea infinitud.

Ya la noche extiende sobre ellos su quimera
y sobre la Nada
                          se vacía la eternidad:
el hombre es sólo la sombra de un sueño*.

*Píndaro

3.-Roma: El cementerio acatólico de Roma guarda los restos, entre otros, Percy Shelley, Jomh keats y William Story y su esposa Emelyn.

ROMA (Cementerio acatólico)

Un ángel tristísimo llora
sobre la tumba de Emelyn Story.
Un lírico silencio
                    envuelve los cipreses
y obstinada la lluvia barniza los panteones.

En Roma a los mármoles
les ha nacido un corazón.


4.-Agra, India, se encuentra el Taj Mahal, conjunto de edificios dedicados a mausoleo; en él está enterrada Arjumand Bano Begum, esposa favorita de Sahah Jahan.

TAJ MAHAL
Agra   
               
Inconmovible eternidad: una lágrima
en la mejilla del tiempo* blanco de palomas
invisibles. Encaneces, joven amante,
fatigado de tristeza,
y vuelas como pájaro perdido hacia la luz
                      cóncava del cielo.
Ningún poder te salva del dolor, tan sólo
puedes amar su sombra y el eco de su voz
en la seda
               de tu almohada.

Nada permanece, 
sólo ella en tu recuerdo y la multitud
que idolatra su leyenda.

          *Rabindranaz Tagore