domingo, 6 de mayo de 2012

Otro relato de Sara, diecisiete años. (Las caléndulas, parece ser, son flores familiares) Fue ella la primera que tituló así un cuento.

Un balcón de caléndulas.He decidido que te voy a regalar un cuento. Vale, sí, podía haber sido un paseo por el parque, una carta de amor (que no me gustan nada), una noche en un hotel, un truco de magia.... pero no. Me gustan los cuentos. ¿A ti?
Es un simple cuento que podrás hacer tuyo, podrás compartirlo e incluso elegir una banda sonora para escucharla de fondo mientras lo lees. Te lo regalo para que puedas llevarlo contigo, dobladito en el bolso de la chaqueta o entre las páginas de los apuntes. Para que cuando estés enfadado puedas estrujarlo y hacer con él una pelota de papel, tirarlo por la ventana y ver, sonriente, como lo atropella un camión. Para que lo fotocopies cientos de veces y entregues una copia a quien quieras, para que le claves alfileres los días en que matarías a alguien. Te dejo que anotes cosas en él, ya que es tuyo y tú decides qué hacer. Es algo improvisado, de esas cosas que empiezas a escribir sin saber qué terminará siendo. Te regalo este ratito y todos los demás. Te ofrezco mi sonrisa non-stop, sin conservantes ni colorantes...
Aun así, corriendo el riesgo de ser acusada de nocturnidad y alevosía, te dejo abierta una ventana para que te cueles por ella y, si quieres, poder espiarme ésta y todas las noches. Para poder verme sin que te vea. Para que me cuides sin yo saberlo. (Es una idea). Un concepto bonito de complicidad, un escenario vacío en el que buscar la manera de encontrarnos. Un cuento que habla de amigos y sueños, de noches de septiembre calurosas, de mí misma mientras imagino tu cuarto desde lo alto del cielo antes de lanzarme en picado sobre tu almohada. Te regalo el kit completo de cariño, pero a mi manera: con letras. Un cuento indeterminado, sin pies ni cabeza, sin introducción, nudo y desenlace, sin argumentos ni personajes. Sin moraleja y, si la tiene, que sólo tú la conozcas. Lo único que necesitas es cerrar la puerta de tu cuarto, apagar la luz y cerrar los ojos, para dejar que te lo lea al oído y así te olvides de los problemas y del mundo. Podrías... llegar quererme un poquito, y si quieres hacérmelo saber de alguna manera, con un simple hola bastaría.
Te regalo un deseo: llenarte de unas ganas locas de reir sin necesidad de que salgas huyendo. Si lo necesitas, llamaré para que puedas desahogarte conmigo, porque yo sé escuchar, mientras fumo cigarros. Un cuento para llevarte de viaje, para leerle a los tuyos, a las calles, a los parques, a todos. Te regalo un cuento sin papel de colores, sin dibujos, ni un "espero que te guste". Sin aplicar el IVA y sin descuento por pronto pago. Un cuento que habla de ti, y un poquito de mí. Que pueda leerse cualquier día del año, a cualquier hora, para todos los públicos, y sea cual sea tu estado de ánimo. Te regalo esto, cuento o no, pero tuyo.

4 comentarios:

  1. Por ser tú... que sabes que a nadie le permito leer mis cosas!
    Je t'aime mamiè.

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    1. Ya lo sé, mi niña. Soy la mamiè más consentida del país. ¿Te acuerdas cuando tu maestra de infantil, con tres añitos, te dijo: "mira, una margarita" Y tú le contestaste: "No es una margarita, es una caléndula" Ya apuntabas maneras. Un gran bico.

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  2. Preciosos cuentos... familia de "caléndulas"
    Un gran beso.

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  3. Como ves, Marine, son flores de lo más común, pero yo siempre pensé que eran como pequeños soles. Me encantan, y a Sara también.

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