sábado, 16 de junio de 2012

 

http://www.google.es (El reloj blando, Dalí)     
                     
Sábado de cuento.
        La otra mitad de la noche. 

La verdad, estaba tan harta de ella, de Rosario, que acabé por no contestar al teléfono. Después de todo, no había escuchado más que quejas. Llamaba siempre a la misma hora, como un conjuro, y desgranaba una retahíla infernal de lamentos: que si el marido, que si los hijos, que si aquel trabajo de mierda, que si cualquier día daba la espantada y no la encontraba ni la Interpol ... Que si se tiraba por la ventana. Yo pensaba que por qué no lo haría, de una vez,  y se esfumaba de mi vida.
Cuando dejé de coger el teléfono, no sé con qué disculpa, acudía puntualmente a mi casa. Nunca tenía tiempo para nada, pero se tomaba varias tazas de café y se ventilaba diez o doce pitillos —de los míos, desde luego—, mientras sus zapatos me ponían la alfombra perdida de betún y me dejaba en la sala un vaho de maquillaje barato y sudor viejo, que tardaba días en desaparecer. Empezó a resultarme odiosa.
La desairé muchas veces, sin ningún remordimiento, pero no se daba por enterada. Llegó un día en que no pude más, así que no le abrí la puerta. Evité el supermercado de la esquina, las calles que ella solía frecuentar, no volví a la tertulia y hasta retiré el rótulo de mi buzón.
Pasó bastante tiempo hasta que se dio por aludida; seguía, aun así, llamando al timbre y al teléfono, a la misma hora, todos los días. Al fin, un buen día, sin más, cesaron las llamadas. La perdí de vista y, tengo que confesarlo, sentí un alivio infinito.

Años después, una noche, a las tres en punto de la madrugada, sonó el teléfono. Tardé varios segundos en recuperar la conciencia y descolgué apenas despierta.
_¿Diga?
_¿Está Rosario?
Ni siquiera me planteé que fuese una equivocación. Colgué absolutamente perpleja.  No pude ni volver a cerrar los ojos. A las siete  me levanté y fui a comprar el periódico. Busqué la página de sucesos; allí estaba: “A media noche, una mujer se ha precipitado…” Más adelante, la esquela.
Fue a partir de aquella misma tarde. Intermitentemente sonaban el teléfono y el timbre. En el primero preguntaban: ¿Está Rosario? En la puerta nunca había nadie. Me recorría un sudor frío, una inquietante sensación de que Rosario se había instalado en mi piel y no podía deshacerme de ella. Empecé a delirar de noche; de día estaba pendiente del timbre a todas horas. Sólo dormía con somníferos.
Ahora no tengo timbre, sin embargo lo oigo sonar a la hora de siempre; he dado de baja el teléfono pero, a las tres en punto de la madrugada, su tono estridente me despierta: alguien que pregunta por Rosario. Me entran escalofríos, me desvelo y ya no puedo dormir la otra mitad de la noche.   

FIN


14 comentarios:

  1. ...Podría ser película de terror. Qué bueno.

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    1. Podría ser lo que el lector quiera, como todos los cuentos y novelas. Eres siempre muy amable, Marine.Aurora

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  2. Buenos días ¿está Rosario? ¡Uy, perdón!quería decir... Hola Aurora, me ha gustado mucho este microrelato
    Un cordial saludo

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  3. Pues... igual está. ¡Caray! espero que no. Qué miedooo.
    Gracias, Samuel. Salduos.

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  4. Hola Aurora,tengo a Rosario. La he puesto a rezar el ídem, para que redima sus pecados. ¡Mira qué hacerte eso!...

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  5. Es peor lo que se supone que "hice yo". De todas maneras, ya se está vengando, ya. Pues nada, a escuchar timbres y teléfonos el resto de mi vida. Es lo que trae escribir sobre obsesiones.
    Un gran abrazo, amiguiña. Y gracias por tu afecto.

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  6. je...je... La verdad es que da un poco de "yuyu" Muy bien creado el entorno y el final, de los que te dejan inquieto. Me gustó mucho, un beso.

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    1. Gracias, poeta-narrador. ¿Te apuntas a un concurso de haikus para septiembre? Será sobre una exposición floral de ikebana. A la derecha en mi blog, puedes ver el enlace. Marina Mikayelyan. Verás que cosas más bonitas hace. El premio será la composición a la que se refiera el haiku, y habrá varios, como diez. Hablamos. Un beso. Aurora

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  7. Muy bueno Aurora. Casi para ese programa donde he estado de CUARTO MILENIO. Que gran facilidad para escribir, te envidio sanamente.

    Gracias por visitarme amiga. Un gran abrazo

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    1. Gracias, Diego. Seguiré visitando tu blog, lo que haces es muy interesante. Un abrazo, Aurora

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  8. Buenisimo prima!!!!!los cuentos de terror estan entre mis favoritos y este le hace honor al genero. Me gusto mucho, como todo lo que escribes y repito: no es fanatismo familiar JAJAJAJAJAJA. bESOSO. Amaliña

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    1. Gracias, Amaliña. Eres la monda. Mira que gustarte los cuentos de terror... jajajaja. A mí también me gustan, aunque me ponen los pelos de punta o, a lo mejor es por eso.
      Abrazos a toda la familia, primiña.

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  9. Precioso el relato. Te dejo, que alguien está llamando al timbre. ¡Je, je! ;-)
    Un abrazo.

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    1. Pues el timbre es lo primero... jejejeje. No sé, no sé... Ahí por esos montes igual llama la ggüestia.

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