miércoles, 12 de diciembre de 2012



          Tengo el placer de regalar este cuento (otro de mis cuentos rurales) de Navidad a todos mis amigos y lectores, en agradecimiento a sus palabras y atención, y esperando que nuestra relación literaria dure mucho tiempo y sea tan fructífera como merece toda creación personal.
Feliz Navidad y mis mejores deseos para el año próximo y lo que queda de éste. Aurora

google.es/search?q=fotos+de+manzanas+reinetas

   

LAS MANZANAS 
          DE 
LA NOCHEBUENA
     


            Faltaba poco para la Nochebuena, dos días apenas que a Esteban le resultaban interminables, acuciado por la vieja sensación de vacío que se le pegaba al estómago nada más que diciembre asomaba su jeta en la última hoja del calendario. Había aceptado la soledad tras un largo ejercicio de paciente resignación, como  algo que inevitablemente tenía que llegar y, aunque él hubiera querido morir antes que Amelia, las cosas no habían sucedido según sus deseos.
            Era tan viejo que su vida estaba cumplida pero aún conservaba cierto afán por hacer cosas y una curiosidad siempre despierta que parecía partir de un manantial inagotable. Habían pasado veinte años desde su jubilación y no recordaba haberse aburrido un solo día. La huerta, los animales, su viejo banco de carpintero, 
http://www.google.es/search?
la pequeña barca dormida al abrigo del muelle antiguo y, sobre todo, su afición a la talla de madera, le mantenían tan ocupado que no le quedaba tiempo par llorar soledades, pero diciembre volvía cada año como el brote ineludible de una enfermedad crónica, y entonces sentía la carga de sus ochenta y cinco años y el peso de su corazón latiendo como un viejo reloj con la cuerda agotada.
Pensaba en ello mientras escardaba unos surcos de zanahorias y cortaba algunas nabizas, sintiendo  las manos ateridas bajo el frío de hielo del crepúsculo. Anochecía cuando abandonó la huerta y los desiertos caminos de concentración, dirigiéndose a buen paso hacia su casa. Levantó los ojos pero sólo consiguió ver el vacío sin límites del cielo, detrás de la luna llena, que asomaba al otro lado de las brañas  mientras, a su derecha, el mar contenía apenas su bramido levantando formidables cortinas de espuma contra los rompientes.
Entraba  en el pueblo por la calleja de la serrería, que aún dejaba escapar el estridente chirriar de sus máquinas y un cálido olor a serrín, cuando la sombra de Turco, el perro de Julián, se emparejó con él, siguiéndolo con un trote silencioso. Cuando llegaron a  la altura del viejo molino, la voz de Julián retumbó en el eco metálico de la noche. Turco clavó los pies en el suelo y dio la vuelta con la cola entre las patas y las orejas sometidas. Un momento después, Esteban le oyó aullar lastimosamente bajo los golpes con que lo castigaban. Pensó que Julián merecía que alguien lo colgase por los pies.
No se veía casi nada cuando entró en el patio. Nadie había reparado la farola del alumbrado público, inutilizada hacía meses. Antes de entrar en la casa, miró al cielo y sonrió ante el magnífico espectáculo: el fulgor de los luceros del invierno boreal y  la luna, que se veía rodeada de un cerco irisado. Al día siguiente seguramente llovería.
Al cruzar la puerta le golpeó el  silencio de la casa, extraña quietud de criatura dormida en un  sueño de mausoleo, arrasado de añoranza, como una caja inmensa donde cada pequeño ruido se multiplicaba en ecos interminables. Instintivamente miró el calendario y los números veinticuatro y veinticinco se le dispararon hasta los ojos, al mismo tiempo que reaparecieron en sus pupilas entrañables escenas guardadas en el recuerdo: Amelia, jovial, guisando el pollo criado ex profeso  para la Nochebuena, mientras se tostaba el azafrán al calor de la olla y el arroz con leche borboteaba espeso sobre la cocina, perfumado de canela, de anís y de limón; la leña de roble que crepitaba bajo las llamas; el aroma del pan aún caliente... Y los hijos alborotando como gorriones jóvenes en una algarabía de fiesta, mientras esperaban que él llegase de su trabajo en el astillero para subir al desván a buscar el postre: las manzanas de la Nochebuena.
manzanos cargados de frutas en un huerto en el sol Foto de archivo - 10620093
http://es.123rf.com/photo_10620093_
Las manzanas de la Nochebuena estaban contadas: cuatro para cada uno. Las veinte mejores reinetas encarnadas del manzano joven del pomar, escogidas con cuidado, grandes, prietas, sin defectos, y guardadas con mimo en el rincón más seco y oscuro del desván, al abrigo de la humedad que llegaba  del Cantábrico, entre un buen brazado de paja de trigo o de heno secados al sol del estío.  Las manzanas de la Nochebuena eran la ofrenda irrenunciable  de la sagrada cena familiar.
Esteban no recordaba cuándo había llegado el turrón a su casa, ni cuál de sus hijos,  desperdigados ya  por el mundo, lo había llevado. Sí recordaba la ceremonia de partirlo con ayuda de un cuchillo y una pequeña maza, y el sabor de las almendras y la miel bajo la fina capa de oblea que se desprendía con un blanco crujido de nube de azúcar. El y Amelia habían prescindido del turrón cuando los hijos se vieron obligados a interrumpir  sus visitas navideñas. Ellos no tenían dientes ni para masticar las escuálidas tabletas que vendían en los supermercados, pero nunca renunciaron a la costumbre de recoger en  sazón las mejores reinetas encarnadas para la cena de la Nochebuena.
Esteban intentó apartar los recuerdos mientras encendía la cocina para calentar la casa y pensó que bien podría pasar la Navidad con alguno de sus hijos, que insistían en llevárselo con ellos,  pero qué iba hacer él en Ginebra o en Toulouse o en Barcelona. Además, los viajes lo acobardaban, sobre todo en invierno. Sólo había ido una vez a Ginebra, cuando su hijo Alfredo y su nuera  bautizaron a los gemelos, hacía ya tanto como treinta años. El y Amelia  habían hecho, de forma excepcional, el único viaje de su vida.
Después de cenar salió a echar un vistazo a las gallinas, cerró el candado del corral y apagó las luces. Se fue a la cama temprano, invadido por una congoja insoportable que, como cada año,  no se le curaría hasta el día veintiséis.
La alta noche cambió el resplandor de los luceros por un nordeste que arrastró un capote de nubes apretadas de aguanieve que le hacían tiritar. El mar bramaba enloquecido. Olas arboladas azotaban inmisericordes la costa y sobre las lomas de las brañas apareció una capa de nieve vacilante que no llegó a cuajar.
No acababa de amanecer. La lluvia golpeaba las contraventanas con  furia y toda la rasa parecía aplastada por un fantasma ululante que galopaba aterido y desbocado. Esteban no encontraba motivo para levantarse pero recordó que las gallinas tendrían hambre, así que salió de la cama de mal humor, intentando distenderse, sintiendo crujir las articulaciones  como  hojas resecas. Le dolían los huesos y la lumbalgia le apretó los ijares con su cinturón de escarpias. Hizo un esfuerzo penoso para poner en movimiento la vieja osamenta que debía arrastrarlo el resto de su vida.
Fuera llovía a mares; un aguacero pertinaz se descolgaba por los canalones y se precipitaba hacia la cuneta con un reguero desigual. Las calas y las hortensias resistían con una paciencia infinita la embestida de la tormenta. No paró hasta el mediodía en que un sol sin calor intentó filtrarse entre los nubarrones que se dispersaban barridos por los últimos coletazos del temporal. Dejaban detrás un frío penetrante, que se colaba sin compasión hasta los tuétanos.
Esteban pasó el día rumiando  inquietudes, presa de agónica melancolía, intentado distraerse con su pasatiempo favorito: tallaba figuras de madera para la feria de artesanos, una ocupación que había empezado muy joven, antes de entrar a trabajar en el astillero como carpintero de ribera. Entonces advirtió la presencia de Turco al otro lado de la valla. 
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Abrió la cancela y el perro le siguió distante hasta el cobertizo, donde la escueta luz de la claraboya le permitió mostrar la pelambre cruzada por incisivos latigazos y los belfos inflamados y sucios  de sangre coagulada. Esteban pensó no dejarlo marchar, pero Turco, una vez que engulló precipitadamente los mendrugos que le puso sobre el suelo, se acercó a la valla y comenzó a gemir lastimosamente. Esteban le abrió el portón y el perro se marchó calle adelante, aterido y cabizbajo, como un mendigo roto de desamparo y soledad. Esto lo llenó de congoja y agrandó aún más el vacío de su estómago que empezó a subirle hacia la boca en furiosas  oleadas de ira e indignación.
 La noche ya se había cerrado sobe la rasa. Esteban apenas pudo dormir, torturado por una sensación de impotencia, y el agudo dolor  que le producía la artrosis en las rodillas y en los hombros.
El día veinticuatro amaneció a través de un cristal translúcido, lento y turbio. La mañana parecía ahogarse en su propio parto de claridades indecisas hasta que al mediodía el sol, teñido de palideces invernales, trepó  pesaroso sobre las brañas, más ciego de ocaso que de luz.
Esteban soportaba la humedad y el frío con estoica entereza pero se sentía desolado. Decidió ir a la huerta para distraerse y ver qué había dejado en pie el temporal. Anduvo aprisa, todo lo aprisa que su torpeza le permitía, para entrar en calor y desentumecerse. El espectáculo le dejó indiferente; además no había gran cosa en el sembrado. Las zanahorias estaban desperdigadas  y los nabos, arrancados de cuajo, verdeaban a ras de la tierra gris. Recogió algunos y volvió a casa.
Cuando pasaba cerca del molino, oyó un aullido desesperado que le erizó la piel y le hizo volver sobre sus pasos preso de cólera. Entró en el establo donde Julián golpeaba salvajemente a Turco. Furioso, reunió toda su fuerza en el extremo del puño y  lo lanzó  contra la cara de Julián, que se tambaleó más sorprendido que lastimado. Julián, mientras intentaba conservar el equilibrio, se puso a vociferar lanzando amenazas  a Esteban, al tiempo que  éste le arrebataba a Turco de las manos.
—Si  vuelves a pegar al perro, te mato.
Esteban aflojó el nudo corredizo que apretaba la garganta de Turco y tiró de él por el collar hacia la carretera.  Julián no salía de su asombro ante tal audacia que, por lo mismo, lo mantenía quieto. Turco se clavaba al suelo con los pies, oponiéndose a la fuerza de Esteban que, asombrado de aquella lealtad inexplicable, intentaba arrastrarlo. El perro maltrecho y a regañadientes, le siguió a remolque, con la cola entre las patas, lanzando aún sus orejas hacia los gritos imperiosos  con que  Julián  le ordenaba volver.
Esteban entró en su patio tirando aún del animal que temblaba y gemía encogiéndose aturdido. Al amparo de las sombras, que ya habían dejado en penumbra la llanura, intentó tranquilizarlo y cerró la puerta. Lo condujo al cobertizo, le llevó agua y toda la comida que pudo encontrar, y le hizo compañía hasta que oyó sonar el teléfono.
De pronto recordó que era Nochebuena. Apresuró el paso temiendo que la llamada se agotara y descolgó sofocado. En el término de una hora habló con todos sus hijos, con alguno de sus nietos y con su primera bisnieta, Amelia, que le contó algo en un incomprensible francés suizo. Todo ello le puso de excelente humor. De repente, los nubarrones de su alma se disiparon y el peso de los años  se le hizo leve y soportable. Se alegró mucho de que todos estuvieran bien. Él también estaba muy bien, muy bien, lo único, el reuma...
Luego, con el corazón ligero, encendió la cocina con una piña, repitiendo el mismo gesto hogareño de su esposa. Dejó que la llama de la cerilla abrazara las escamas y la colocó humeante en el hornillo, sobre la rejilla. La oyó crepitar alegremente mientras la cubría con leña menuda y unos troncos de pino, y se dispuso a preparar  la cena. Puso a cocer un trozo de merluza y unas patatas cortadas en lonchas gruesas y, mientras todo hervía despacio, cogió el cesto de las manzanas y fue al desván a buscar, como cada año, las manzanas para el postre de la Nochebuena. 
Roja en la cesta de manzanas frescas sobre fondo blanco
 Foto de archivo - 960592
http://es.123rf.com/photo_960592_roja
Recogió entre el heno, perfumadas de miel y ambrosía, barnizadas como oro bermejo, las veinte. Las veinte que todos los años escogía en el ya viejo manzano del pomar. Las veinte reinetas encarnadas de la  Nochebuena eran ahora el hilo conductor de su vida el resto del año, el puente de entrañables recuerdos que se tendía amable entre él y los suyos.
 Vigilaba el árbol con atención, nada más que el invierno abandonaba la comarca. Lo abonaba y lo podaba con todo esmero y lo veía florecer en mayo, vigoroso aún y tan longevo, todo nevado de flores blancas y rosadas. Sabía qué ramas darían los mejores frutos y los veía crecer durante el verano, en una contemplación casi mística. Cuando llegaba el otoño y la fruta adquiría un color de oro viejo, observaba con atención, atento a los vendavales y a las heladas que nunca lo sorprendían. Al caer octubre, ya las veinte reinetas encarnadas estaban a buen recaudo en el desván.
Se dispuso a cenar sintiendo volar  el corazón,  invadido por una alegría alborozada, y por la convicción de que su vida había sido buena. Abrió una botella de  vino y conectó el televisor para escuchar villancicos.
En el momento de sentarse a la mesa, oyó ruidos en la puerta. Temiendo que fuera Julián que venía a buscar a su perro, decidió abrir y enfrentarse a él, pero al otro lado se recortaba Turco con la mirada suplicante. Le dejó pasar y lo llevó a la cocina. El perro se echó a sus pies y cenaron juntos las patatas, la merluza cocida y  reinetas encarnadas.
Cuando terminaron,  Esteban se fue al cuarto y rebuscó en un cajón del armario. Sacó algo envuelto en un pañuelo grande de hilo crudo, orillado de encaje. Al llegar a la cocina lo desenvolvió y se lo mostró a Turco que lo olisqueó con curiosidad
ANTIGUO NIÑO JESUS TALLADO EN MADERA ++++++++ (Arte - Arte Religioso - Escultura)
todocoleccion.net/antiguo
—Vamos a ponerlo sobre el macetero, Turco, como cuando Amelia y los niños estaban en casa.

         Esteban retiró la  planta del macetero y colocó sobre él, en un pesebre colmado de  paja desmenuzada por el tiempo, el Niño de Belén que él mismo había tallado para sus hijos cuando eran pequeños.
Entonces un repique de campanas llenó de júbilo su corazón y una profunda paz extendió sus alas a lo largo y a lo ancho de su alma. Sintió que su casa se inundaba de luz  y ya no le pareció vacía. Se dispuso a acostarse pensando que su vida seguía siendo buena aún. Turco se echó al lado del macetero, relajó los músculos, pegó el hocico a las baldosas y entornó los ojos, preparado para montar   guardia en  la Nochebuena más gozosa de toda su vida.

 Aurora.

Primer Premio de “Cuentos de Navidad”. La Caridad, 2001, Asturias.
                                  Resumido para este blog.





29 comentarios:

  1. ¡Ay Aurora..., qué cuento tan lindo y lleno de ternura! Es como una manzana reineta puesta a propósito para que estas fiestas tengan un mejor sabor en nuestras almas. Gracias por algo tan precioso querida amiga.
    Un abrazo en la noche.

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    1. Feliz Navidad, Rafael, y mis mejores deseos para el próximo año y para lo que queda de éste.
      Yo no soy creyente, pero entiendo que las fiestas de la Natividad (solsticio de invierno, fiesta pagana que los cristianos adoptaron y asimilaron a sus creencias), es una fiesta hermosa, aunque nos quiten la mula y el buey y aunque ahora digan que los Reyes Magos eran tartesos, o sea, iban de Occidente a Oriente (en fin, vivir para ver, no hay manera de que dejen en paz al menos las tradiciones bellas y positivas). Sé también que son fiestas que muchas veces crean feos conflictos familiares y que nos empeñamos en seguir manteniendo muchas veces por cobardía.
      En fin, miguiño, sea lo que sea, FELIZ NAVIDAD, ser feliz cuando sea, es una apuesta del espíritu.
      Un abrazo y muchísimas gracias por tus siempre generosas palabras.

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  2. Me ha encantado, toca todas las fibras sensibles. Un abrazo.

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  3. Muchísimas gracias, Timbolera, por venir a mi casa, modesta y sin artificios, o eso pretendo.
    Bienvenida y gracias por tu comentario.
    Un abrazo.

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  4. Quantas barreiras vencemos
    no decorrer desse ano.
    Quantas ficaram para resolver
    no próximo ano.
    Quantos amizades eternas eu conquistei
    quantos se perderam no meio do caminho.
    Existe amizades eternas também as passageiras
    aquelas que enche nosso coração
    de alegria e depois parte.
    Enfim é quase Natal numa prece silênciosa
    permaneço orando com fidelidade por cada amigo(a)

    Desejo a você nesse Natal muita paz e muita luz.
    Não são os presentes que me fascina ,
    mais o aniversário de Jesus.
    Um abençoado final de semana.
    Beijos no coração e carinhos na alma.
    Evanir.

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    1. Muitas gracias por ese poema tan guapo, tan cheu de sentido e forza. Gústame muito o portugués, esa lengua irmá da miña lengua materna, un xeito de galego que falamos en Asturias. Dentro de pouco vou publicar contos que me traduciron ó portugués, traducidos y editados por Daniel Gouveia, en Linda a Velha, en Lisboa. Será un pracer compartilos cos bois amigos da literatuna.
      Un beiço, un bico, un chucho. Auroe

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  5. Aurora, es un cuento emotivo y lleno de ternura.

    Me ha gustado mucho y te agradezco lo hayas compartido.

    Te mando un beso.

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    1. Gracias, Amalia. Gracias por tomarte la molestia de leerlo. Feliz vida, en todos los sentidos y todos los días. Un abrazo.

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  6. Me ha parecido precioso. Tiene un ritmo vivo. El vocabulario es muy rico. La ambientación realista. Y los sentimientos bellísimos. Luego he descubierto que es un primer premio. No me extraña. Dices que no eres creyente y yo te creo. Pero en tu cuento hay de fondo muchas de las virtudes cristianas: caridad, sencillez, sacrificio; de algún sitio las habrás sacado, digo yo. Te deseo unas muy felices Navidades. Y me acordaré de ti delante del Belén que en mi casa solemos poner.
    Un abrazo muy fuerte.

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    1. Querida Begoña: para ser una buena persona, como seguramente sabes, no hace falta ser creyente ni practicar ninguna religión. Las virtudes cristianas aparecieron con el Hombre, mucho antes del cristianismo, porque son inherentes a nuestra naturaleza igual que lo son las sombras y el pecado.
      No olvides que hubo más "cristos", es decir, personas o personajes que, mucho antes que él, predicaron lo mismo y tuvieron un credo similar. Y no pasa nada, es lógico. Además, la educación que recibimos es importante, y he tenido la suerte de nacer en una familia humilde pero con valores muy arraigados.
      Agradezco con humildad tu recuerdo delante de tu Belén, que para ti es importante. De eso se trata, de ser coherente con lo que uno cree y obrar en consecuencia. Y me encantan los belenes, tienen la belleza de obras de arte y cuentan una historia hermosa.
      Un abrazo y mi felicitación más sincera y entrañable para ti y los tuyos.

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  7. Qué cuento!!! Gracias por este regalo tan original. Deseo felices fiestas para todos los SERES VIVOS.

    UN GRAN ABRAZO

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    1. Pues ya sabes, amiguiña. A disfrutar de lo bueno, de la luz y del aire, de agua y de la hierba, de gatos y perros y de las personas cercanas y queridas.
      Un gran abrazo también.

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  8. EXCELENTE RELATO, UNA TRAMA PERFECTA, ERES MUY BUENA NARRADORA, TE FELICITO!!!
    TIENES RAZON QUE HAY QUE DISFRUTAR DE LAS COSAS SIMPLES DE LA VIDA QUE SON AQUELLAS QUE NOS DAN FELICIDAD.

    FELICES FIESTAS AURORA
    LO MEJOR PARA TI, AMIGA.
    CARIÑOS MILES.

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  9. Muchas gracias, Luján. Pues sí, eso que parece simple no lo es tanto, suele ser el andamiaje en el que aposentamos nuestro bienestar.
    Mucha felicidad para ti y los tuyos, para que sigas escribiendo y enseñándonos tantas cosas con esa frescura y esa elegante exquisitez.
    Un abrazo.

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  10. Un relato humano que es poesía pura y sentimiento. Gracias por mostrarme tu sitio por tus huellas en el mío. Un abrazo.

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  11. Un relato, sin más. Agradezco tu lectura. Ya sabes que aquello que mucha gente dice que "escribe para ella misma" es poco creíble. Pero bueno, alguno habrá. Yo confieso que me encanta que me lean y no me importa que me critiquen y me señalen lo que hago mal.
    Gracias a ti. Un abrazo.

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  12. Pues aquí tienes un lector que ha disfrutado mucho con tu relato.
    Gracias por tus palabras, un gran abrazo y mis deseos de felicidad para el 2013.

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  13. Aurora, me ha parecido emocionante, por eso, porque emociona. No puedes ocultar tu talante poético que aparece en este cuento por doquier.

    Un gran abrazo Aurora, con mis mejores deseos para estas fechas y todas las venideras

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    1. Hola, Samueliño, se te echa de menos, caramba, y con tu blog no me aclaro, no encuentro las novedades.
      Pues sí, ya sabes que lo mío es la lírica, en verso o en prosa. Incluso en mis novelas, es que tampoco quiero evitarlo. Es que soy así jejeje y a estas alturas ya estoy hasta contenta conmigo, por la cuenta que me trae.
      Un abrazo y mis mejores deseos para todos los días futuros, los que sean, de los meses que sean y de los años que sean.

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  14. "Lo malo de este oficio
    es que no sabes nunca donde empieza
    la sincera ficción, y donde acaba
    la fingida verdad…
    mientras oyes la voz de la locura
    llamándote muy leve
    desde las altas sombras."
    Me recuerdan aquellos versos de Pessoa: "El poeta es un fingidor..." y algo de Juan Gelman: "Entretanto aprendo el oficio, ejerzo éste que no es mío"
    Gracias por tu interés.
    Un abrazo y hasta esa hora que puede ser cualquiera y que son todas en las que apetece leer Poesía.
    Gracias de nuevo. Un abrazo de esta escritora aldeana.

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  15. Aurora, es un maravilloso relato que requiere una pausada y tranquila lectura por la historia que narra y por los matices que subyacen o emergen en cada párrafo. Palpamos la vida solitaria. Percibimos con nitidez cada detalle de la escenografía donde se mueven los personajes, los aromas, los sabores, el dolor de la ausencia, la alegría de las voces cálidas que llegan desde lejos, la ira del que golpea a Turco, la fuerza, la firmeza del personaje que se sobrepone a la nostalgia y con la cálida compañía del perro que abre un haz de esperanza a esa soledad que se atenúa con su presencia.
    Coincido contigo en tu reflexión sobre la Nochebuena y sus significados anteriores y posteriores al Cristianismo. Y que ese espíritu humanista y solidario no debe ser una actitud marcada por unas fechas sino una trayectoria vital continuada.
    Gracias por este maravilloso regalo.
    Un abrazo

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  16. Bufff, amiguiña... Siempre consigues hacer que mire en la distancia mis escritos, no acabo de ver en ellos lo que ves tú, pero mi agradecimiento a tu atención lectora es infinito, y el trabajo que te tomas en comentarlo, más.
    Y sí, el espíritu debería ser diario, pero se nos olvida que estamos en este mundo de paso, que no vamos a llevarnos de él nada con nosotros, y que lo único que de verdad merece la pena es lo que dejamos en él a los demás. Creo sinceramente que ésa es la única forma de eternizarnos, o al menos de prolongar nuestra presencia entre los demás porque vivir en el recuerdo de alguien por algo bueno, es el mejor regalo de salvación y de dejar aquí nuestras miserias.
    Es cierto, debería ser diario, pero ¿tenemos fuerza, paciencia y generosidad para tanto? Las religiones,hablo de las "grandes" cuentan con su capacidad para aprovechar lo bueno que hay en el Hombre y ponerlo en solfa; claro que, lo malo, es que la mayoría de las veces lo aprovechan en beneficio de un proselitismo que sólo beneficia a unos cuantos.
    Pero bueno, bienvenida sea cualquier cosa positiva, siempre que seamos lo suficientemente objetivos y tengamos un mínimo de capacidad analítica.
    Gracias de nuevo, amiga Felicidad. Un placer y un honor contar contigo en mi más que modesto blog.
    Mis mejores deseos para ti y los tuyos ahora, después y siempre. Un abrazo.

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  17. Hermosìsimo relato que sale del alma y deja entrever experiencias personales-¡inevitables!-tienes un maravilaloso don para ello.

    Concuerdo con lo que dices mas arriba de que no escribimos solo ora nosotras-os, obvio que nos encanta que nos lean...es humano...

    Mis càlidos abrazos

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  18. Hola, Adelfa. Muchas gracias por tus palabras; como ves la mayoría de mis relatos son de ambiente rural porque nací en una aldea de cinco casas y viví allí años; por tanto, es lógico que algunas de mis influencias sean rurales.
    Y claro que nos gusta que nos lean, sino no tendríamos blogs ni publicaríamos libros.
    Un abrazo y mis mejores deseos para ti y los tuyos.

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  19. Primero recibe mi abrazo de Feliz Navidad y Año Nuevo en el que no puede faltar el vino de tu preferencia!!!
    Un relato como emocionante regalo que reclama por esa cuota de humanidad que aún subyace en quienes las circunstancias por alguna razón impregnaron de amor y son conscientes que es una fuerza de eterna creación y construcción sin importar edad o variedad de vida. Recordé en particular la policía española agrediendo a manifestantes cuando se menciona el caso de Turco, son ocasiones que se necesita de mucha contención para no devolver violencia con más violencia. Contagiante la sabiduría del protagonista del relato quien remata su noche haciendo uso de la simbología milenaria que nos ilumina los caminos de la solidaridad y el entendimiento entre todos los seres del universo!!!
    "Tenemos el arte para no perecer en la verdad" F. Nietzsche.
    Mi gran abrazo Escritora!!!

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  20. Es cierto lo que dice Nietzsche, el Arte os eleva fuera de la realidad a costa de la misma realidad.
    Este cuento cuenta una verdad: que durante mi primera infancia, en la cena de la Nochebuena tomábamos como postre manzanas reinetas. De alguna forma quise hacer un homenaje a los momentos en los que, nuestros padres, mi hermano y yo, íbamos pelando y comiendo manzanas hasta que vaciábamos el "masoiro"* en que las bajábamos del desván. Y lo mejor, teníamos un banco en la cocina que mi hermano y yo llevábamos a cuestas y al que llamábamos "Nochebuena". Nunca, ni él ni yo, conseguimos recordar el motivo de tal nombre ni cuándo se lo pusimos. Había dos bancos, pero Nochebuena era sólo uno.
    Soy consciente de lo bueno y lo malo de estas fiestas. Pero siempre he querido quedarme con lo bueno, aunque no soy creyente, pero subyace tanta cultura, tanto gozo y también tanto sufrimiento, tantas verdades y tantas mentiras, que no puedo por menos de tenerlas en cuenta.
    Y después de este rollo soltado, agradezco sinceramente tu visita y vuelvo a felicitarte por tu blog y su verde fronda virtual.
    *masoiro- es mi lengua vernácula (una derivación del gallego que se habla en el Occidente asturiano, es un cuenco de madera; puede tener cualquier tamaño y los usábamos para poner a fermentar la masa para el pan, después de amasarla.
    Un abrazo.

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  21. Gracias por compartir con nosotros este relato tan bonito.
    Enhorabuena por el blog,ya tienes una nueva seguidora.

    http://lacondesitaysuscreaciones.blogspot.com.es/

    Besos desde Granada!!

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    1. Muchas gracias, M. Jesús. Me encanta leer tus recetas de cocina, pero eso, leerlas... y olvidarme.
      Un beso desde Asturias.

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